Archivo por meses: mayo 2007

El cardenal Tarancón

El día 14 de este mes se cumplió un siglo del nacimiento del cardenal Vicente Enrique y Tarancón, figura clave en la España del post-Concilio y la Transición. Sólo algunos grupos eclesiales, que yo sepa, han celebrado con alguna solemnidad el acontecimiento. Pero la Iglesia española y aun toda la nación debe mucho a este hombre y eclesiástico admirable y, en el mejor de los sentidos, providencial. Presidió y dirigió nuestra Iglesia, peregrina en España, desde su primacía de Toledo, pero muy especialmente desde la presidencia de la Conferencia Episcopal Española, siendo arzobispo de Madrid-Alcalá, después de pasar por Solsona y Oviedo. Activo ya en 1932 dentro de la Casa del Consiliario, en Madrid, testigo de los recios tiempos de la República, de la guerra y de la posguerra, el popularmente llamado cardenal Tarancón, servidor y amigo fiel del gran pontífice Pablo VI, contribuyó como nadie a la conversión, a la transición interior -como la ha llamado uno de sus obispos auxiliares, Alberto Iniesta- de nuestra Iglesia en aquella década prodigiosa desde el final del Concilio al comienzo de la Democracia, y en el decenio siguiente hasta nuestro ingreso en la Comunidad Económica Europea. Sin su audacia aliada a la prudencia, sin su profundo sentido eclesial y pastoral, su libertad y su patriotismo, su capacidad de diálogo y su paciencia, todo pudo ser muy distinto en aquella España, donde la Iglesia católica tenía aún una poderosa influencia. Estaba bien preparado para ello. Tuvo consigo un grupo de obispos, sacerdotes y seglares de primera categoría que le ayudaron a ser lo que fue y a hacer lo que hizo. Nada parecido nos ha venido después. Le hicieron sufrir mucho unos pocos, pero nos alegró a muchos la vida mucho más. Gracias, bendito cardenal de la Transición. Que se alegren contigo y con nosotros, en esta gloriosa celebración, los cielos y la tierra.

No puede ser una mala persona

Cuántas veces, en muy varias circunstancias y por muchos motivos, no hemos dicho, como el escritor alemán Georg Dreyman (Sebastián Koch), el protagonista de La vida de los otros, de F. Henkel-Donnersmarck, al interpretar la sonata Von Guten Menschen, regalo del director de teatro puesto en cuarentena por el régimen comunista imperante y que termina por suicidarse: “Una persona a quien le gusta esta música no puede ser mala persona”. Y eso tratándose de música, de poesía, pintura, filosofía, ciencia, religión o ética. Sabemos bien, con la historia en la mano, que esa es una inducción muy frágil. Conocemos mil casos que muestran lo contrario. Pero necesitamos seguir creyendo (más bien, esperando) ese milagro. Porque necesitamos “defender”, “proteger”, “salvar” la música, la pintura, la filosofía … de su debilidad y hasta de su posible maleficio; mayormente, de su inutilidad.

Salve del siglo XXI a la Virgen de Roncesvalles

(En la Colegiata de Roncesvalles, a donde suelo retirarme de vez en cuando para estudiar y para otros menesteres espirituales y culturales, no he conseguido en estos últimos cuatro días conectarme con mi cuaderno de bitácora. Qué le vamos a hacer. Pasado mañana tengo que ir a Sevilla a un congreso y quién sabe si me sucederá lo mismo. Intentaré lo contrario).

Señora de Roncesvalles,
reina de montes y valles.

Alto alegre en el Camino
de incontables peregrinos.

Patrona del Hospital,
liberadora del mal.

Madre de Dios, madre nuestra,
fiel protectora y maestra.

Madre de abierta sonrisa:
paz y aliento, calma y brisa.

Virgen graciosa y graciada,
en cuerpo y alma entregada.

A tu santuario llegamos
y como madre te hablamos.

Con tus ojos amorosos
nos miras menesterosos,

hijos de Eva, exiliados
pero en Cristo repatriados.

Eres, santa criatura,
nuestra esperanza y dulzura.

La promesa florecida
en el valle de la vida:

valle de gozos y penas,
de ortigas y de azucenas,

de quebrantos y aflicciones,
de encantos y bendiciones.

***

Contigo haremos la vía,

gloriosa Santa María.

Luces y sombras de un político ( y III )

Plutarco, la segunda fuente histórica, aunque no contemporánea, sobre Pericles, recoge muchas de las críticas mencionadas sobre el prohombre ateniense, pero sobresale al final de su estudio consagrado a él un juicio positivo: “Un hombre semejante merece nuestra admiración por la moderación y la afabilidad que siempre conservó, mientras tantos asuntos le solicitaban y a pesar deodios tan violentos, y sobre todo por la altura de su espíritu, puesto que consideraba su mayor título de gloria no haber cedido nunca al odio o a la cólera, a pesar de la importancia del poder del que disponía, y no haber nunca considerado a ninguno de sus enemigos como adversario definitivamente irreconciliable” (XXXIX, 1). Tras la acusación pública que se le hizo ante el tribunal y la multa que se le impuso, sin que sepamos bien por qué; tras retirarle su condición de estratego (general), que venía ejerciendo durante catorce años, siempre por elección, lo cierto es que se le restituyó su cargo y la dirección de todos los asuntos que llevaba entre manos. Después de su muerte ( 429 a. C.), víctima, como dos de sus hijos, de la peste, escribe Plutarco que “ningún ser de este mundo había sido más modesto que Pericles en la grandeza ni más majestuoso en la afabilidad. Se vio que su autoridad, que se había envidiado y hasta considerado anteriormente como monárquica y tiránica, había sido como una baluarte que había defendido la salud de la Constitución”. Y ésta es la imagen que heredará la posteridad.

Luces y sombras de un político ( II )

Pericles tuvo también muchos críticos, detractores y enemigos. Durante su vida y después de su muerte le acusaron de arrogante, soberbio, demagogo con su pueblo y de cruel con sus adversarios. Le acusaron de abandonar a su esposa para vivir con la liberal, elegante e ilustrada cortesana milesia Aspasia, de la que tuvo un hijo, a quien reconoció, tras la muerte de sus dos primeros legítimos, violando su propia ley que ilegitimaba los matrimonios y uniones con mujeres extranjeras; pero, además, le echaron en cara mezclar la política de Atenas con su relación amorosa. Por si fuera poco, le achacaron tratos con prostitutas, haber engañado a uno de sus mejores amigos yaciendo con la mujer de éste, y aun con la de uno de sus hijos. Sócrates-Platón fue más al fondo de las cosas. Quien en el Banquete constata que Pericles “adquirió la reputación de ser el mejor consejero de su patria“, en el diálogo Protágoras le presenta como incapaz de educar bien a sus dos hijos y a un joven ahijado, mientras en Gorgias llega a preguntar a. su interlocutor Calicles: “¿Pasan los atenienses por haber sido mejorados por Pericles, o, al contrario, corrompidos por él? Pues oigo decir que Pericles ha hecho a los atenienses perezosos, cobardes, charlatanes y ávidos de dinero debido al establecimiento de un salario para los cargos públicos”. Y, poco más adelante, aun concediendo que los grandes políticos griegos fueron más hábiles que sus sucesores en la construcción de naves, murallas, arsenales y cosas semejantes, “en cuanto a modificar las pasiones y reprimirlas, tratando de persuadir a los ciudadanos y de llevarlos contra su voluntad a aquello que pueda hacerlos mejores, en nada superan, por así decirlo, aquéllos a éstos, y, sin embargo, es esta la única misión de un buen ciudadano“.

Luces y sombras de un político ( I )

Ahora que entramos en campaña electoral durante quince días, veamos algunas de las virtudes y algunos de los defectos que historiadores y filósofos griegos atribuyeron a Pericles, el político y militar que dio nombre al siglo más glorioso de Grecia, el siglo V a. C. El mayor historiador griego contemporáneo, Tucídides, en su célebre Oración fúnebre, presta al político ateniense este bello y práctico elogio de la democracia: “Nuestro régimen político no se propone como modelo las leyes de otros, y nosotros mismos somos ejemplo antes que imitadores. Su nombre, como las cosas dependen no de una minoría, sino de la mayoría, es democracia. Si se trata de lo que corresponde a cada uno, la ley es igual para todos en los conflictos privados, mientras que para los honores, si se hace distinción en algún campo, no es la pertenencia a una categoría, sino el mérito lo que hace acceder a ellos; a la inversa, la pobreza no tiene como efecto que un hombre, siendo capaz de rendir servicio al Estado, se vea impedido de hacerlo por lo oscuro de su situación” (II, 37, 2)

Comida fraternal de poetas

Hoy nos hemos reunido en una comida fraternal los miembros del Consejo de Redacción de Río Arga, que fundamos seis de nosotros en septiembre de 1976 y cuenta ya 121 números. Casi todos los fundadores estamos aún vivos y poetizando. Pero en la dirección hemos ido renovándonos y a día de hoy somos ya tres generaciones representadas. Con este almuerzo festivo y amistoso, también simbólico como todo lo bueno y eficaz, me despido yo de la dirección por rotación -un primus inter pares-, que ha durado excesivamente, nada menos que nueve años, debido sobre todo al cambio, hasta hoy mismo, de las entidades propietarias y financiadoras (de la Caja Municipal de Pamplona a Caja Navarra, y de ésta a la Fundación de la misma, y, en este momento, de la Fundación a la Caja). La revista, decana de revistas de poesía en España, ha sido todo un prolongado acontecimiento cultural en Navarra, dentro de su modestia, sencillez, austeridad y carencia de pretensiones ajenas a la poesía. Pero sobre todo casa, escuela y campo de juego de muchos poetas, escritores, críticos y dibujantes de toda edad y condición, navarros o no. La calidad, siempre difícilmente juzgada, ha sido y es el único criterio de selección. Gracias a la munificencia de nuestros protectores, casi ochocientos suscriptores reciben gratuitamente la publicación, desde muchos lugares de España y de otros países. La revista, además, ha sido raíz y origen de otras publicaciones y a la vez punto de partida de varias iniciativas literarias, que han enriquecido el panorama cultural navarro. Hoy hay entre nosotros más poetas y escritores jóvenes que nunca, que honran las páginas de Río Arga, río pirenacio que desemboca en el Ebro, recorre las tres Navarras geográficas y es símbolo de un quehacer permanente, embellecedor y nutricio. Nuestro último y más ecuménico logro ha sido la entrada en la red de redes de la comunicación mundial: www.rioarga.com Ahí estamos y ahí nos encontraremos.

¿Milagro en el Ulster?

Cuando he visto sentados y jubilosos en el mismo diván y al lider del DUP, el reverendo presbiteriano Ian Paisley, con el ex comandante del IRA y “número dos” del Sinn Fein, Martin Mc Guiness, ahora ministro principal y vicepresidente del gobierno de Irlanda del Norte, respectivamente, acompañados por los primeros ministros de Gran Bretaña y de la República de Irlanda, nueve años después de los Acuerdos del Viernes Santo y después de muchos años de guerrilla sin cuartel, con miles de víctimas, he vuelto a pensar que los seres humanos, por más enfrentados que estemos, somos capaces de hacer hasta eso que llamamos milagros. Al líder unionista Ian Paisley, buen orador de voz aguardentosa y hasta cavernosa, lo conocí en el Parlamento Europeo, al que acudía pocas veces. Su actuación más sonada durante la visita del papa Juan Pablo II a las instituciones europeas en Estrasburg o. Entró al salón de sesiones con un cartel en la mano, en el que estaba escrita con grandes letras la palabra Anticristo, y se acercó con cara de pocos amigos hasta cerca de donde estaba el papa. Reducido por los agentes de seguridad y por algunos diputados, fue expulsado de la sala por el presidente del Parlamento. Un bárbaro. Su colega republicano de gobierno no lo fue menos, aunque por otros motivos. Y ahí están, codo con codo, en el mismo gobierno. Para que nos digan a los optimistas, a los esperanzados, a los que todavía seguimos afanándonos por la alianza de la firmeza con el deseo de concordia que no tenemos fundamentos históricos y hasta antropológico-empíricos para seguir con nuestras convicciones y nuestras esperanzas.

La verdura de Tudela

No me niego nunca a participar en un acto cultural serio, de cualquier clase de cultura que sea. Hace unos meses fui pregonero en la feria gastronómica en Cintruénigo y, el pasado domingo, en las décimoterceras Jornadas de la Verdura, de Tudela.¿Qué sé yo de todo eso? Nada o casi nada. Pero siempre es una buena ocasión para buscar el meollo de la celebración y darle sentido y forma al acontecimiento. Entonces, en un quiosco público, mientras a unos metros se asaba media ternera entre el bullicio popular, intenté a viva voz, durante diez minutos interesar al centenar de paisanos que eligieron la palabra y no la chuleta sobre el rico sentido del comer y beber en compañía, entre recuerdos gratos de mi estancia en el pueblo. En Tudela -donde fui ya el primer pregonero del Volatín en 1989- era todo más fácil y más solemne, en el marco del bello salón de plenos del Ayuntamiento. Para decir algo original, después de tantos pregones de personajes ilustres, elegí la descripción, en prosa breve y literaria, del rico regadío local, recorrido unos días antes, y me pasé luego al verso, en diálogo coreable y coreado con el público, sobre las virtudes y encantos de la verdura tudelana y universal. Con una décima final a la alcachofa, la reina de nuestra verdura. Creo que nos divertimos tanto como me había divertido yo haciendo, la verdad que no con demasiado esfuerzo, el elogio de alimentos tan saludables y gustados por casi todos los navarros. La fiesta tudelana, como antes la cirbonera en su escala, fue masiva y variada, desde la aurora hasta los bailes de la noche. Los encuentros con gente querida y activa, habitual o no, fueron múltiples. Y es que no puede una sociedad vivir sin símbolos de identidad y convivencia. No puede vivir sin fiesta. La cultura es sobre todo el cultivo de la comunicación simbólica y real: la misa en la catedral, los versos y prosas del pregón, la vestimenta castiza, los premios y las medallas, la procesión cívica, la música de la banda y los bailes populares de la plaza de los Fueros, los seis platos del almuerzo, los toros de la tarde, el concierto de música joven, además de tres semanas de compra y venta, de trabajo, negocios y proyectos varios. Mucho más que un pregón para mí también.

El socialismo francés

Todavía no se conocen a estas horas los resultados completos de las elecciones presidenciales francesas, las únicas europeas que parecen interesar un poco a la mayoría de los españoles, y no más allá del vencedor y perdedor de las mismas. Bueno fuera que los que preparan en España los discursos del rey y del presidente del Gobierno escucharan dos veces el discurso del vencedor Nicolás Sarkozy sobre la unidad de Francia, el patriotismo francés, el trabajo y el mérito, el respeto a su contrincante Royal, las relaciones con los Estados Unidos de América, el Mediterráneo y África, la vocación universal de Francia en defensa de la libertad, de lucha contra el terror y las dictaduras, etc., etc. Ya sé cuánto hay aquí de retórica fácil, banal y hasta demagógica, pero el hecho de que pueda decirse con naturalidad, vigor y aplauso es ya un signo de elevación. Por lo demás, el socialismo francés y la izquierda en general, tan decimonónica, y a veces casi dieciochesca, se enfrenta a una enésima crisis. Mal futuro le espera si ese socialismo no deviene al menos en socialdemocracia. La izquierda francesa es incapaz todavía de enterarse de que el concepto de cambio ha cambiado. Tras demonizar la mundialización, no ha sabido encontrar los valores positivos de la misma. La candidata socialista no ha sabido desembarazarse del todo de una cartilla de lugares comunes, aprendidos más en la tradición de la vieja izquierda que en la vida de hoy y en la expectativa del mañana, y ha dejado ver, como en la última confrontación con su rival, un talante demasiado conservador de tics doctrinarios y sectarios, que tienen poco que ver con la socialdemocracia escandinava -por cierto, hoy en la oposición-, siempre elogiada pero de muy difícil traducción a un país tan diferente como Francia. El movimiento hacia el centro, hoy inexistente, se impone para que derecha e izquierda, evocaciones del XVIII, abran cada día espacios comunes y vayan desapareciendo todavía más deprisa los extremos a uno y otro lado.