La verdura de Tudela

No me niego nunca a participar en un acto cultural serio, de cualquier clase de cultura que sea. Hace unos meses fui pregonero en la feria gastronómica en Cintruénigo y, el pasado domingo, en las décimoterceras Jornadas de la Verdura, de Tudela.¿Qué sé yo de todo eso? Nada o casi nada. Pero siempre es una buena ocasión para buscar el meollo de la celebración y darle sentido y forma al acontecimiento. Entonces, en un quiosco público, mientras a unos metros se asaba media ternera entre el bullicio popular, intenté a viva voz, durante diez minutos interesar al centenar de paisanos que eligieron la palabra y no la chuleta sobre el rico sentido del comer y beber en compañía, entre recuerdos gratos de mi estancia en el pueblo. En Tudela -donde fui ya el primer pregonero del Volatín en 1989- era todo más fácil y más solemne, en el marco del bello salón de plenos del Ayuntamiento. Para decir algo original, después de tantos pregones de personajes ilustres, elegí la descripción, en prosa breve y literaria, del rico regadío local, recorrido unos días antes, y me pasé luego al verso, en diálogo coreable y coreado con el público, sobre las virtudes y encantos de la verdura tudelana y universal. Con una décima final a la alcachofa, la reina de nuestra verdura. Creo que nos divertimos tanto como me había divertido yo haciendo, la verdad que no con demasiado esfuerzo, el elogio de alimentos tan saludables y gustados por casi todos los navarros. La fiesta tudelana, como antes la cirbonera en su escala, fue masiva y variada, desde la aurora hasta los bailes de la noche. Los encuentros con gente querida y activa, habitual o no, fueron múltiples. Y es que no puede una sociedad vivir sin símbolos de identidad y convivencia. No puede vivir sin fiesta. La cultura es sobre todo el cultivo de la comunicación simbólica y real: la misa en la catedral, los versos y prosas del pregón, la vestimenta castiza, los premios y las medallas, la procesión cívica, la música de la banda y los bailes populares de la plaza de los Fueros, los seis platos del almuerzo, los toros de la tarde, el concierto de música joven, además de tres semanas de compra y venta, de trabajo, negocios y proyectos varios. Mucho más que un pregón para mí también.