Archivo por meses: mayo 2007
Elecciones en la UPNA
Prohibir la religión
Entre las nuevas invectivas anticlericales y antieclesiales, por desgracia frecuentes también en tierras anglosajonas, han recorrido el mundo unas declaraciones del cantante inglés Elton John, hechas hace unos meses a una revista muy conocida: “Yo prohibiría terminantemente la religión: convierte a las personas en ratas odiosas, y no es precisamente compasiva“. No sé si esta manera de pensar es en él reciente o viene de lejos. Si fuera esto último, no sé cómo no aprovechó el popular cantante, para decir cosas como ésas, el funeral de la princesa Diana de Gales en la catedral de Canterbury, al que fue invitado como cantante lírico por la reina Isabel II, cabeza de la Iglesia de Inglaterra Gales, y por su hijo Carlos, heredero de todas las prerrogativas reales. O cómo se aprovechó él mismo de la religión, en acto tan solemne, para contribuir, poco o mucho, a convertir a la gente en ratas odiosas. De todos modos, al querer prohibir toda religión, lo que parece seguirse de sus palabras, no sé tampoco si ha pensado bien a cuántos millones de personas dedicadas a tiempo completo o parcial a tareas compasivas y eficaces en todo el mundo llegaría su implacable prohibición. Él, tan dado a condenar todo tipo de prohibiciones. Él, tan compasivo con todos, incluso con los que no ganan tantos millones de libras y dólares como él.
La patria de Anaxágoras
Hablaba ayer de patrias, y hoy leeo lo que Diógenes Laercio nos cuenta de Anaxágoras de Clazómenas, aquel filósofo griego residente en Atenas, del que apenas conocemos un millar de palabras, presuntamente suyas; amigo y maestro de Pericles, ampliamente citado por Platón. Retirado de la vida pública y dedicado al estudio de los fenómenos naturales, alguien le preguntó un día: “¿Es que no te interesa nada tu patria?” A lo que respondió el filósofo: “Habla con cuidado; a mí me interesa muchísimo mi patria“, a la vez que señalaba el cielo. ¿El universo? ¿El “intelecto, creador del mundo“, por lo que es sobre todo conocido en la historia de la filosofía? No parece que fuera el cielo de los dioses para un hombre que, por impiedad, fue condenado y desterrado de Atenas. Pero, sea lo que sea, y digan lo que quieran quienes afirman que patria no hay más que una o que los trabajadores no tienen patria, si patria quiere decir algo más que el lugar de nacimiento de los padres, los hombres tenemos o podemos tener varias o muchas patrias (y matrias y fratrias): personales, políticas, culturales, espirituales o religiosas. Y también el cielo, que para los creyentes, es Dios, patria completa, eterna y definitiva. Ojalá fuera ésa la de Anaxágoras de Clazómenas.
Dos de Mayo
Tras la fiesta internacional del Trabajo, Primero de Mayo, celebrada con más o menos fervor en todo el mundo, llega la fiesta nacional española del Dos de Mayo, reducida hoy a fiesta madrileña (de la Comunidad Autónoma de Madrid), seguida por la fiesta del día 3, que es la fiesta de no tener fiesta. ¿Quién se acuerda de las novelas patrióticas de Pérez Galdós, Napoleón en Chamartín, Zaragoza o Gerona? Todavía confunden muchos patriotismo con nacionalismo. Y sólo el primero parece tener una especial consideración entre los llamados nacionalistas vascos: abertzale = patriota. En la primera de esas novelas citadas, el escritor canario pone en boca del veterano don Santiago Fernández, el Gran Capitán, amigo del protagonista Gabriel de Araceli: “La ley ineludible de la Patria me ha puesto en un lugar que debo defender, aun a costa de la vida. ¿Que vienen fuerzas superiores? ¡Pues vengan! La Patria me manda esperar tranquilo, y la ley me veda el apartar los pies de aquel sitio. ¿No morían los mártires por la religión? Pues la Patria es una segunda religión, y antes que faltar a su ley, el hombre debe morir. (…) ¡Morir por la Patria!; morir en el puesto que a uno le marca su deber; morir, no por conquistar un pedazo de tierra, ni por un cacho de pan, ni por una baja ambición, sino por una cosa que no se ve, ni se toca, cual es una idea y un sentimiento puro! ¿No es equipararnos a los santos del Cielo y acercarnos a Dios todo lo que acercarse pueda una criatura?“. Y añade el novelista a cargo de Gabriel: “Dicho esto, calló. No le contesté nada, porque tanta grandeza me tenía anonadado”.