No puede ser una mala persona

Cuántas veces, en muy varias circunstancias y por muchos motivos, no hemos dicho, como el escritor alemán Georg Dreyman (Sebastián Koch), el protagonista de La vida de los otros, de F. Henkel-Donnersmarck, al interpretar la sonata Von Guten Menschen, regalo del director de teatro puesto en cuarentena por el régimen comunista imperante y que termina por suicidarse: “Una persona a quien le gusta esta música no puede ser mala persona”. Y eso tratándose de música, de poesía, pintura, filosofía, ciencia, religión o ética. Sabemos bien, con la historia en la mano, que esa es una inducción muy frágil. Conocemos mil casos que muestran lo contrario. Pero necesitamos seguir creyendo (más bien, esperando) ese milagro. Porque necesitamos “defender”, “proteger”, “salvar” la música, la pintura, la filosofía … de su debilidad y hasta de su posible maleficio; mayormente, de su inutilidad.