Archivo por meses: diciembre 2010

Navideñazo en Venezuela

Mientras se acerca la Navidad a todo el mundo, en la Venezuela del caudillo Chávez ha sido precedida por el Navideñazo, como le llaman allí: una ley de responsabilidades en radio y televisión; cuatro leyes sobre las competencias de los consejos comunales, generalmente en manos de partidarios chavistas, y una enmienda a la ley de comunicaciones. Lo que pone en manos del caudillo áreas vitales de la política del país. Lo que hay que sumar  al regalo supremo  navideño que le había hecho al presidente Chaves la Asamblea anterior, concediéndole la habilitación legislativa durante 18 meses, antes de que la recien elegida, donde el caudillo no tiene mayoría cualificada, entre en acción, la víspera de Reyes. Es, para dsesgracia de los venezolanos, la lotería de la dictadura y la figura de un solo rey mago dictador en la nación.

Celebraciones

Estos días, en que la liturgia cristiana nos presenta los textos más bellos de la Biblia, escogidos sobre todo de los viejos profetas de Israel, vuelvo a reflexionar sobre el sentido de nuestras celebraciones eucarísticas. ¿Son de verdad celebraciones, desde el punto de vista de los fieles? Me temo que no. Suelen leer esos textos mujeres piadosas -una de las máximas concesiones a la mujer-, muchas veces sin vocalización, entonación ni sentido, y los fieles suelen responder con un Te alabamos, Señor, que dirían igual que si maloyeran un texto del Corán o de Séneca. Y luego, el formalismo rígido y rápido de la liturgia romana, hecha para otros tiempos, otras gentes. ¡Cuánto mejor fuera, pienso a veces, tal vez erróneamente, concentrar todos los esfuerzos de la comunidad cristiana, comenzando por sus responsables, en una verdadera celebración del domingo, día del Señor, reposada, jubilosa, abierta, comunicativa… y dejar para quienes, habituados, quieran cumplir (con el concilio de 1215), o tengan prisa, o  tengan la misa como un acto de devoción particular, varias celebraciones de la Palabra, con la comunión adjunta, durante la semana o en otras horas del domingo! ¿Extraño? ¿Qué más extraño que llamar diariamente celebración a algo que no lo es?

“Éramos esclavos del faraón de Egipto…”

Cuando te pregunte tu hijo, el día de mañana…, tú le responderás: “Nosotros éramos esclavos del Faraón de Egipto y el Señor nos sacó del Egipto con mano fuerte. El Señor hizo a nuestros ojos milagros y prodigios grandes y terribles en Egipto contra el Faraón y toda su corte. Y a nosotros nos sacó de allí para introducirnos y darnos la tierra que había prometido a nuestros antepasados (Dt 6, 20-23). Nuestro Dios es el Dios de la historia, no de la mitología ahistórica. La historia es  también el lugar de Dios, un Dios secular, mundano y no sólo cósmico; metido en el tiempo, un tiempo no cíclico y ocluso en sí mismo, sino abierto a la libertad y a la salvación. Los acontecimientos no son determinaciones naturales ciegas, sino hechos históricos, donde juegan la libertad de Dios y la libertad del hombre. La esclavitud de los judíos en Egipto no fue un suceso natural, como puede ser un volcán o una tormenta, sino un hecho histórico, condicionado por el imperio faraónico y por el faraón de turno. Moisés, Aarón y todos los que sirvieron a su Dios, liberador de cautivos y débiles, padre de su pueblo, fueron personajes reales, de una una u otra manera, y el Dios de Israel fue vivido (considerado, querido y sentido) como tal. El relato del acontecimento se vistió después con todas las galas literarias del tiempo y del lugar, pero no dejó de ser por eso, en su núcleo duro, un hecho histórico. La Iglesia, heredera de Jesús de Nazaret -el nuevo Moisés y el nuevo Aarón de la nueva Era-, heraldo de su presencia entre nosotros, no puede menos de querer ser luz, inspiración, fuerza, acogida y salvación de todos los cautivos y débiles, de todos los esclavos y perseguidos de nuestro tiempo, de todos los tiempos.

La fiesta de la Navidad

La Navidad cristiana se inserta en la fecha  en que se celebra la fiesta romana de Mitra, el 25 de diciembre, la Mithtrakana. Surge del deseo de cristianizar el dies natalis Solis invicti (natalicio del Sol invicto). El cristianismo se encuentra, pues, con la fiesta popular del solsticio invernal y con la interpretación mítica a través de la figura de Mitra, cuyo culto, afín y rival del cristiano, había introducido el emperador romano Heliogábalo el año 218 y al que el emperador Aurelio dedicó un templo el 25 de diciembre del  274. La Heliolatría era la religión dominante en el siglo III en Roma. Pero igualmente el profeta Malaquías, muchos años antes, había llamado al Mesías Sol de Justicia y el anciano Simeón, dentro ya del Nuevo Testamento, saludaba al niño Jesús como Luz de los gentiles, según el evangelio de Lucas. Todo se unió así para reinterpretar cristianamente la religión heliolátrica y la conmemoración solsticial del pueblo. El culto de Mitra se difundió sobre todo entre las legiones romanas. Participaban en él sólo los varones. Mitra  lucha con el Sol o dios supremo, venciéndolo, bajo la forma de un combate con el toro, al que mata. Siglos después, Freud vio ahí el símbolo de la lucha edípica del hijo contra el padre, como la vio, arbitrariamente, en la religión cristiana: en el  Hijo, que muere por los pecados contrra el Padre, y resucita, y es divinizado y equiparado al Padre; y en el Hijo, que es adorado por el pueblo como Padre o simplemente como Dios único.- Lo cierto es que en el siglo IV y V la Navidad desplazó a la Pascua en importancia festiva. Hoy es, sin duda, la fiesta común por excelencia de todo el mundo.

Cristianos en Oriente Medio

Cada vez son menos los cristianos en Oriente Medio, donde nació el cristianismo y donde tuvo su mayor floración en los primeros siglos de la Iglesia. No llegan a los 20 millones de entre 365 millones de habitantes de la zona, de los que sólo 5 son católicos, en continuo receso a causa de la emigración hacia Occidente: Estados Unidos de América, Canadá, Francia, Inglaterra… De todo ello y de mucho más relacionado con la presencia cristiana en Oriente trató el reciente Sínodo de obispos en Roma, que, como casi todos, pasó sin pena ni gloria, si es que pasó, por los medios informativos europeos. La verdad es que la  honda división entre las confesiones  que confiesan a Cristo en puntos como la fecha de la celebración de la Pascua o de la custodia de los Lugares Santos perjudica notablemente su fuerza y su prestigio. Por otra parte, el esforzado comunitarismo, como es el caso de los siete ritos en la Iglesia Católica, no sólo por razones históricas, sino también por razones étnicas, no contribuye mucho a su fortalecimiento. Pero el peligro mayor, como es bien sabido, es  el fundamentalismo islámico, que de vez en cuando produce su cosecha de terror y es, sobre todo,  temible cada día. También su división ante el problema palestino-israelí es causa de continuos conflictos, donde todos los fanatismos tienen su asiento. Si la libertad de culto es a veces una difícil aspiración, la libertad de cambio de religión o de conversión es todavía mucho más  arriesgada, penada a veces con la muerte.  Uno de los datos más positivos hoy día es el flujo de inmigrantes asiáticos que recalan en los Emiratos del Golfo, Israel o Jordania, muchos de ellos católicos indios, filipinos o vietnamitas, cuyo número ha igualado en algunas iglesias el número de católicos de las antiguas comunidades orientales.- Para  todos ellos la Navidad es mucho más la celebración cristiana  original que la repetición de las Saturnales romanas de nuestras sociedades occidentales.

Y eran otra vez los mismos

Era en la casa de mi pueblo. Antes de amanecer. Oí un ruido extraño y me asomé a la ventana. Eran dos hombres de media talla con una máquina en forma de catapulta o cosa parecida, como para echar abajo la puerta de la casa. Me he despertado sobresaltado y me he puesto a leer una revista de información internacional para espantar las especies de la pesadilla. Es posble que el catarro diciembreño  tenga su parte de causalidad.

Símbolos navideños

Las luces en general, los árboles, los paquetitos de regalos… son símbolos de la fiesta precristiana  en este tiempo del año, celebrada tal vez desde el Paleolítico, como fiesta de la luz (el solsticio de invierno), de las últimas cosechas, de la vegetación, de la fecundidad, de la renovación de la vida, en definitiva. Los ángeles, los pastores, la estrella (de los Magos), el pesebre, el belén… son símbolos de la Navidad cristiana, que comienza a celebrarse en Oriente el siglo IV, y  transforma y eleva (intenta hacerlo) los anteriores símbolos de la luz, la alegría, la vida, la comunicación y la esperanza entre los hombres. En muchos lugares todos esos símbolos están superpuestos y tienen significaciones distintas, sobre todo desde que la Navidad ha comenzado a celebrarse en todo el mundo, cristiano o no, de un modo mucho más potenciado que antes, aceptando algunos símbolos de origen cristiano. Por eso es tan lamentable la actitud de algunos regidores españoles de suprimir todo símbolo cristiano en todos los adornos públicos, felicitaciones públicas y privadas, etc., con un celo sectario, que ni siquiera los budistas, sintoístas o animistas entenderán, porque  ellos mismos respetan y hasta utilizan algunos de nuestros símbolos en sus respectivos lugares de mayoría propia. Ya sé que la Navidad -única fiesta verdaderamente popular y mundial, mucho más que la que le sigue, muy a distancia, el Primero de Mayo- tiene, como he dicho una significación muy plural y acepta muchos modos de celebración. Pero es la conmemoración festiva, a la par con la de la Pasión de Cristo, que más ha inspirado la imaginación, el pensamiento y el sentimiento popular  de  Oriente y Occidente, del Norte y del Sur,  a la vez que a los mejores poetas, dramaturgos, pintores, músicos e imagineros del mundo cristiano y no cristiano ¿Algún ministro, alcalde, concejal progresista tiene motivos para avergonzarse de eso?

Cara e povera Italia

Malos días para los amigos, para los amantes de Italia. Hoy, la Cámara de los diputados, en Montecitorio, ha sido todo menos un ejemplo de ejercicio democrático: algaradas, conatos de de agresión, insultos, afrentas, sospechas y denuncias de compraventa de votos, infidelidades, transfuguismo… Mientras en las calles ardían coches y barricadas, y aumentaba el número de heridos y detenidos. De nuevo la clase política no ha estado en su sitio: ha habido tránsfugas a la derecha y a la izquierda. El presidente de la Cámara, el ex-fascista y ahora político honorable Fini, ha sido más hombre de facción que de Estado. La derecha se ha dividido más aún, la izquierda ya está lo bastante. El mago Berluscomi ha tenido suerte de nuevo: han funcionado sus magias, calculadas y beneficiosas. Pero habría que preguntarle lo que Togliatti preguntó a su camarada Pajetta, cuando éste ocupó, contra el ministro democristiano Scelba, la prefectura de Roma: ¿E ora che ci fai? (Y ahora, qué?) ¿A dónde va, dentro de este grotesco y pútrido escenario, una Gobierno nacional, en coalición con la impresentable Lega Norte, que gana el voto de censura por sólo tres votos, debidos a los tránsfugas de la más variada condición?

Juego limpio

Todos  queremos un juego limpio en todos los juegos, y sobre todo en los deportes, que son los juegos por excelencia. Pero a todas horas cultivamos y propagamos una afición, que pide y exige cada día más a los deportistas esfuerzos y comportamientos casi inhumanos, o sencillamente inhumanos, sí, en todos los campos deportivos, con tal de ganar, vencer, ser los primeros, conseguir todos los premios posibles… ¿Cómo? Como sea. Y quien no gana, ni vence… está perdido. Desde los Juegos Olímpicos hasta las competiciones locales, confundimos a veces a nuestros admirados deportistas con los héroes griegos y troyanos de la Iliada, con los héroes germánicos de Beowulf o con los los caballeros magníficos del Amadís. O con el Superman de las películas contemporáneas. Ni con las bestias nos comportamos así, porque suele disuadirnos la compasión. Así que, en la hora amarga en que nos llegan noticias de abusos, excesos, infracciones de normas, violaciones de la ética deportiva, traiciones a los compañeros, a los directivos y … a la afición, que nos avergüenzan y hasta nos indignan, tendremos que pensar cuál es la parte de responsabilidad que nos toca, como admiradores, aficionados, seguidores, socios… en nuestro juego no siempre limpio.

Adviento

                  
                      (Ex 1-14)

                            I

El torvo Faraón obligó a los hebreos,
cada día más numerosos en Egipto,

a trabajar la arcilla, el ladrillo y el terruño,
bajo el látigo
de infames capataces.
Y mandó a las parteras hebreas
que ahogaran los niños al nacer.
Las parteras, piadosas, se negaron.
Ordenó entonces el tirano a sus serviles
arrojar a los niños hebreos
a las aguas caudalosas del Nilo.

Hubo un niño llamado Moisés,
de la casa dde Leví,
salvado excepcional de las aguas voraces.
Llegó a ser un joven generoso,
preocupado por la causa de todos sus hermanos.
Defendió, a veces con violencia,
a mucha de su gente
y tuvo que huir del torvo Faraón
al país de Madián,
donde pudo cuidar los rebaños de su suego.

En Horeb, la montaña divina,
el ángel de Yahvé
-una llama de fuego inextinguible-
le conminó implacable
a sacar a los suyos
de la dura esclavitud en que vivían
y llevarlos a una tierra segura
que mana leche y miel.
En nombre del Dios de la alianza indisoluble
con su pueblo elegido,
el Dios de Abrahám, de Isaac y Jacob,
que es El que es,
la pura Existencia por sí misma,
la pura Compasión misericorde
y la pura Justicia insobornable.

Pero el joven Moisés,
los pies desnudos sobre el suelo santo,
cubierto el rostro
por miedo al divino resplandor,
¿quién era él para hazaña tan heroica?
¿Quién podría hacer caso
a un hombre torpe de palabra,
un pastor huido y alejado de su pueblo?

Dotó Dios a Moisés y a su hermano Aarón
de poder milagroso:
convertir el cayado en serpiente,
como prueba divina ante el rey,
y volver sanguinosa el agua del Nilo;
invadir de mosquitos, tábanos y ranas
campos, casas, aldeas y ciudades;
dañar los ganados egipcios con la peste letal;
extender por doquier erupciones pustulosas;
asolar con rayos y granizo percusores
los pueblos y las tierras;
enviar flotillas de langostas
a completar la obra del granizo,
y borrar por tres días
la luz del sol en todo el reino.

Moisés y Aarón realizaron, poderosos,
envidiados por los magos reales,
todos estos prodigios
en presencia del necio y tovo Faraón,
obstinado
en no dejar salir de Egipto a ningún israelita.
Hasta un día, a media noche,
en que Yahvé

hirió de muerte a los primeros
nacidos de los hombres y las bestias,
desde el rey al menor de los esclavos
y al último de los bueyes.
Y pudieron salir,
de una vez,
los hebreos resistentes y tenaces
con todos sus rebaños de ovejas y de vacas
.

Dios iba por delante de los suyos
en forma de nube por el día,
de columna de fuego por la noche.
Mas de pronto el torvo Faraón, arrepentido,
persiguió con sus huestes
al pueblo israelita liberado,
al que dejó, en mala hora,
marchar por el desierto.
Y el pueblo se alzó contra Moisés
y le gritó furioso
si quería dejarles morir  entre la arena.
¡Más valía servir a los egipcios
que morir en tierra extraña!
¿O no había en Egipto tumbas suficientes?

Y Moisés de nuevo confió
en el Dios de sus padres,
defensor del derecho y la justicia
de todas las naciones.
Siguiendo el expreso dictado del cielo,
extendió su mano sobre el mar
y sopló Yahvé el potente soplo de su ira:
un recio viento solano, a lo largo de la noche,
dividió en dos muros separados,
a derecha e izquierda,
las aguas remansadas del mar Rojo.

Pasaron los hebreos fugitivos,
a pie enjuto,
locos de entusiasmo,
con todos sus rebaños de vacas y de ovejas.
Y, al pasar los carros y caballos del torvo Faraón,
que les seguían,
volvió a extender la mano sobre el mar.
Era al  rayar el alba,
y las aguas volvieron a su cauce,
tragándose los carros y caballos
y la flor y nata de  todos los guerreros.

                     
                        II

Durante muchos años,
durante muchos siglos,
la historia de los hombres
se parece a esta historia literaria.
Faraones soberbios y crueles
y fieros capataces
con los nombres más diversos,
tuvieron a sus pies millones de infelices,
reducida su vida miserable
a una larga y humillante esclavitud.

Las plagas de Egipto, que pasaron
a lección de historia y religión en las escuelas,
a veces sólo fueron
naturales catástrofes,
que ni los dioses mágicos
dii ex machina-,
invención de poetas ingeniosos,
pudieron evitar.

Pero, otras veces,
los mismos hombres hicieron lo posible
por convertir en sangre el agua de la vida,
por provocar la peste, el miedo y las hambrunas,
por expandir la embrolla, el babel y las tinieblas,
por arrancar la vida primera y pululante,
por reducir la independencia a servidumbre,
por perseguir hasta la muerte la brava libertad.

A veces Dios aparecía
implicado en el conflicto:
un Dios ajeno,
traído y llevado a todas partes
por unos y por otros.
Un Dios-Naturaleza, un Dios-Esencia,
un Absoluto metafísico,
un Dios-Herencia, un Dios-Costumbre,
un Dios-Penate utilitario…

Pero el Dios de Israel, el de la alianza
con su pueblo,
el Dios aliado con los siervos de Egipto,
el Dios de la promesa y la esperanza,
el que llamó a Moisés
-pastor apremiado a ser profeta-
para salvar a todos sus hermanos
y conducirlos
a la tierra que mana leche y miel,
ese Dios encontró en no pocas ocasiones
el rechazo de los mismos esclavos
a su auténtica y total liberación.

Una fija servidumbre acostumbrada,
una estable dependencia,
un lugar conocido y frecuentado…
son en tiempos de riesgo
unos dioses perezosos,
sobornables,
complacientes,
mucho más halagadores
que el Dios que nos acerca al mar de la aventura,
a la indefensa desnudez del éxodo,
portal de incertidumbres.
En cambio, el Dios transformador,
que defiende la justicia y el derecho
de los pobres y oprimidos,
exige al mismo tiempo
la confianza y la fe que nos desasen
de la vieja, proterva, arraigada suficiencia.

Miles de profetas gritaron en la historia
las mismas, agónicas, palabras de Moisés
en el campamento amotinado:
No temáis. Estad firmes. Y veréis
que Dios os salvará en este día,
peleando con vosotros.

No es fácil ni cómodo emprender
la oscura ruta del exilio personal.
La nostalgia de la propia deidad exclusiva
suele ser a menudo
una droga sutil y embaucadora,
un triste sucedáneo
de la limitada libertad
responsable y creadora,
condición indispensable
de toda libertad gratuita y trascendente.

A veces las tinieblas de la noche
son mas sosegadoras
que la cegadora incandescencia de la luz.
Esclavos de la noche,
¡cómo hiere los ojos el libre amanecer!

                        III

Cantemos al Dios liberador.
Él es nuestra canción y nuestra fuerza.

Un guerrero parece a simple vista
en el canto triunfal de Moisés
y en el canto de muchos
entusiastas seguidores.

Pero Él es sólo padre
del hombre de sus manos,
defensor de los siervos que quieren liberarse
y buscan el auxilio
de Dios liberador,
autor de maravillas
por medio de los hombres.

Él no quiere librar batalla alguna,
sino sólo librar de las batallas
a todos los que buscan la paz y la justicia.
No le gusta que el mar se engulla a los guerreros
del torvo Faraón,
ni que caigan al fondo como piedras.

Le gusta rescatar a los cautivos,
llevarlos a su nueva posesión.
No es el Dios de la ira y la venganza.
Es el Dios creador de la alegría.

El vino, viene y va a venir,
como nube o como fuego,
como sombra o como luz,
cada vez que los hombres reclamen su presencia.
Él sufre con las penas y quebrantos de los hombres,
se alegra con sus gozos y júbilos.
Es la meta final de la esperanza:
por eso está presente en todos los momentos
de la marcha común
camino de la dicha.

Cantemos al Señor liberador.
Él es nuestra canción y nuestra fuerza
.