Premios Princesa de Asturias

 

              No voy a comentar, como he hecho alguna vez, algunos de los discursos de los premiados por la Fundación Princesa de Asturias. Sólo quiero mostrar una vez más mi entusiasmo por la misma, por su existencia, su continuidad, su organización, sus aciertos hasta ahora. Y por la edición de ayer, claro. No creo que España haya creado y  patrocinado en estos cuarenta años (desde 1981) un evento cultural mejor que este, que solo puede compararse con el Nobel.

Este año, sobre todo, teníamos necesidad de vivir una fiesta así. Una fiesta de la inteligencia, de la voluntad creadora, de los sentimientoss universales. Una fiesta de conocimiento, reconocimiento y exaltación de las ciencias, las artes, las letras, la cooperación al desarrollo  y el humanismo ejemplar, encarnados en mujeres y varones ejemplares, elegidos pòr los mejores analistas y críticos entre los mejores del mundo.

Qué alivio, qué descanso, qué fruición sublime olvidar por un buen rato nuestra miserable vida política nacional y autonómica, arrastrada, vulgar, ignara, cainita y autodestructora, y abismarse en esa placidez y sabiduría, entre ecuménica y patriótica, que nos trae cada año la Fundación. Junto al encanto juvenil y prometedor de doña Leonor, la Princesa de Asturias, y a las palabras verdaderamente regias y reconfortantes de don Felpe VI, rey de España, siempre en su tiempo  y en su sitio.