Por la calzada romana de Belate (I)

 

                 Tantas veces viendo aquellos altos mojones desde la carretera y hasta desde el frontero Fuerte carlista y nunca viéndolos de cerca… Asi que volvemos a entrar por la pista que nos llevó un día hasta el Monasterio, más bien Priorato, de Belate.  Entrada llena de coches, como de costumbre, los sábados y domingos. Un curioso panel con un mapa del sendero GR-12, se titula: Senderos de Euskalerría. La mañana de octubre, el mes más hermoso del año, está limpia y jubilosa y se refleja en el robledal, levemente enrojecido, del vallecico del Ultzama, que ya se llama así y corre ya sonoro, siendo solo uno de los muchos afluentes que nutren al río hecho y derecho, afluente a su vez del Arga. Ha llovido la noche y el día anteriores, y por la pista corren multitud de regatillos, que se desbocan sobre la vallonada. Vuelven varias parejas y grupos de gente joven y madura, que han salido al monte muy temprano, como los buenos montañeros y senderistas. Algunos también vienen todavía detrás de nosotros.

El camino es cómodo, excepto en un pequeño repecho. La vía romana, que por aquí ni se insinúa y que seguramente se construyó sobre otra vía anterior, rompe la continuidad del hayedo, al que antes hundió la fuerza del pequeño río. El hayedo continua espeso a nuestra izquierda, y algunas hayas crecen entre grandes piedras o retuercen sus troncos para desasirse de ellas, que es cosa de ver. Vemos allí arriba arriba unas yeguas. Cuando ya llegamos cerca del Priorato y estamos a punto de ver claramente el inicio de la calzada que sube hasta el collado, damos con nuestros amigos, también mascarillados, Sonsoles y Emilio, a quienes nos cuesta reconocer y que ya vuelven de su excursión. Con ellos echamos cuatro risas.

Sí, aqui está la calzada romana con una anchura de cuatro metros, con las losas verticales a los dos lados, construida con la piedra que aflora en el lugar. Puede corresponder a la vía número 34 del Itinerario de Antonino, y, en cualquier caso, fue una ruta que comunicaba la Hispania Citerior con las Galias. Solo en pequeños tramos la calzada se conserva entera y visible entre el bajo matorral que la cubre casi por completo o por completo en la mayor parte del ascenso. Por otra parte, las corrientes de agua que bajan tras las lluvias ha enfangado muchos de sus espacios. Dudamos una y otra vez por dónde subir, como haremos después por dónde bajar. Pasa una pareja joven, ya de vuelta de la subida al Saioa, y les preguntamos por la calzada de arriba. No saben de qué va y les sorprende que estemos pisando todos esa misma calzada. A veces el derrumbe del trazado de la vía romana ha dejado la ruta llena de piedras y desniveles, lo que dificulta el ascender, por lo que los caminantes cambian con frecuencia de sendero o lo hacen de nuevo.

Nos volvemos de vez en cuando, mientras tomamos aliento, hacia lo que queda del viejo Priorato-Hospital de pegrinos (1.160) en el Camino de Santiago desde el Baztán a Pamplona, un día muy poderoso en posesiones e influencia. Fue hospital mixto, a la manera del tiempo, con prior y priora, religiosas y religiosos. Tan aislado y tan a la intemperie, sobre todo cuando las peregrinaciones decayeron, padeció a lo largo del tiempo incendios y saqueos, incluso por parte de las tropas de don Juan de Labrit, en 1513, cuando volvían de ser derrotadas en Pamplona, y perseguidas de cerca por las tropas guipuizcoanas/castellanas. Incendiado en 1764 y devastado por las tropas de la Convención, terminó siendo una venta.

Desde aquí nos aparece la iglesia de Santa Maria la Real de Belate como una gran tortuga rectangular de siglos, bajo caparazón de lajas, con cinco patas de contrafuertes a cada lado y boca románica apuntada  con cuatro arquivoltas. Quieta, muda, impasible. Alguien más espiritual que yo la verá tal vez como una continua e intensa oración colectiva, anclada en la eternidad relativa del tiempo y del espacio, en medio de la implacable y divina Naturaleza. La primera vez que la vimos, pastaban vacas en una era contigua, bien vallada, y en la era paralela, también vallada, contigua a la antigua hospedería-hospital, que algunos llaman monasterio, frente a la iglesia. Hoy no vemos vacas, pero el tejado colorado de este segundo edificio, en forma de caserío, desentona sobradamente. Mejor alzar un poco más la vista y descansar en el hayerío superior.

En nuestra ascensión nos guían los colores rojo y blanco de la GR-12, que se cruzan a veces con las flechas amarillas del Camino de Santiago, que desde el Norte de Navarra, por la calzada romana, llegaba hasta el Priorato-Hospital, y que en el último kilómetro se desvía del camino madre para descender, autónomo, hasta su destino.