La humildad en la tradición benedictina

 

                    La humildad es verdad, es la verdad. Frente a ciertas exageraciones, incluidas las de San Benito, ni uno tiene que pensar que es inferior a todos,  y el más vil (séptimo grado de la  humildad del santo), ni esforzarse por parecer humilde (duodécimo grado). Uno no debe parecer nada, y todavía menos un tímido don nadie. Una persona que no pretende ser nada más que lo que es no tiene miedo de lo que la gente diga de ella.

Merton vio claro que el fundamento principal de la humildad es la gracia divina: lo que uno es, tiene o consigue es un regalo de Dios y de los demás. Beda el Venerable es dado a citar la encarnación del Hijo de Dios en la humanidad de Cristo como el ejemplo supremo de humildad. Esta es un reconocimiento de que  compartimos las debilidades y los pecados de nuestros hermanos, y de que formamos un sistema vivo junto a las plantas y los animales, que surgimos del  humus, el suelo húmedo de la tierra virgen.

La humildad es un componente esencial de la escucha, de cualquier diálogo, de cualquier comunicación. Solo quien tiene algo que aprender y que compartir escucha de verdad, dialoga y comunica seriamente.

Dado que la humildad evita la comparación, la envidia es una señal infalible de su ausencia. Cuanto más nos conocemos, más descubrimos que somos inferiores a la imagen que tenemos de nosotros mismos.

La humildad es la verdad sobre nosotros, toda la verdad, la de nuestras debilidades, nuestros fracasos, nuestra historia, nuestras virtudes y nuestros defectos.

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Si no es mediante la humildad de todo tu corazón, mente, espíritu, alma y cuerpo, no podrás heredar el Reino de Dios. (Antonio, Cartas).

 

Uno de los hermanos me pidió: Cuéntanos una de tu visiones. Y yo le dije: Un pecador como yo no pide a Dios que le haga ver visiones. Va en contra de la voluntad de Dios y es un error. Pero en todo lo que hace por voluntad de Dios, incluso si resucitase a un muerto, al sirviente de Dios no le mancha el orgullo ni la jactancia. Porque sin permiso de Dios ni siquiera vería que la Providencia lo gobierna todo. (Vida de San Pacomio).

 

(Estos hermanos) saben que las buenas cualidades en ellos existentes no proceden sino del Señor. Ensalzan a Dios que actúa en ellos, diciendo como el profeta: No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria. (Regla de San Benito).