La humildad en la tradición benedictina (y 2)

 

                 La humildad es una virtud tan grande, que aunque el Demonio parece que imita todas las virtudes, no acierta a entender la naturaleza de esta. (…) Igual que no se puede construir un barco sin clavos, es imposible salvarse sin humildad. (Vida de Sinclética).

 

Cuando las personas son orgullosas, envidian los logros de los demás, y siembran todo tipo de males. (Hildegarda de Bingen, Libro de los méritos de la vida).

 

Las cosas que realmente necesitamos nos llegan solo como dones, y para recibirlas como dones tenemos que estar abiertos. Para estar abiertos tenemos que renunciar a nosotros mismos, en cierto sentido tenemos que morir en cuanto a nuestra imagen de nosotros mismos, nuestra autonomía y nuestra fijación en una identidad pertinaz. (Thomas Merton, Conjeturas de un espectador culpable).

 

Un hombre humilde puede hacer grandes cosas con una rara perfección, porque ya no está preocupado por lo contingente, como sus propios intereses y su propia reputación, y por lo tanto ya no tiene que esforzarse en defenderlos. (Tomas Merton, Nuevas semillas de contemplación).