La primacía del sacerdocio bautismal

 

                       La religiosa italiana Linda Pocher, doctora en teología e investigadora, se ha convertido en una asesora del Consejo de cardenales, que asesora al papa Francisco, y ha sido  una de los ponentes del reciente simposio internacional Para una teología fundamental del sacerdocio.

Desde la reflexión sobre María, nueva Eva, colaboradora del Nuevo Adán, Madre de los seres vivientes, discípula ejemplar del Señor, maestra en el discernimiento y en la acogida, modelo del servicio y de la cura, opta la joven teóloga no solo por devolver a María al interior de la Iglesia, sino también por hacer la Iglesia similar a María –principio mariano, recalcado ya haca años por el gran teólogo suizo Von Balthasar-, lo que solo será posible cuando sus miembros, hombres y mujeres, consagrados y laicos, sean conscientes de la dignidad que se les ha conferido en el Bautismo, del que brota, para todo cristiano, la participación en el ministerio sacerdotal, profético y real del Señor.

Habría que hablar -prosigue- incluso de un primado del sacerdocio bautismal, ya que el don del bautismo precede al don de la ordenación, al menos por dos razones: en primer lugar, porque nadie puede ser ordenado sacerdote, si antes no ha sido bautizado. Para decirlo con palabras de Balthasar: el ministerio de Pedro no puede siquiera concebirse sin el sí de María, un sí  que ha de ser repetido y renovado en la vida de todo creyente. En segundo lugar, porque el ministerio ordenado es un don que se otorga a algunos para el servicio de toda la comunidad eclesial. El ministerio sacerdotal existe para ayudar a que cada creyente florezca plenamente en su propio sacerdocio bautismal. ¿No estará el llamado clericalismo enraizado precisamente en un cierto olvido de este primado que funda y establece la igualdad en la dignidad de todos los creyentes?