Bio-combustibles y transgénicos

Begoña Iñarra, ex secretaria ejecutiva de la Red África-Europa Fe y Justicia, misionera de Nuestra Señora de África, que  ha trabajado en Etiopía, República del Congo, Mozambique y Kenia, afirma que cada vez más personas en países pobres tienen que reducir su alimentación y pagar precios abusivos, y que los precios de los alimentos, sobre todo de los cereales, están causando la muerte a millones de personas, el  hambre en muchas más, y han desestabilizado a muchos países. La especulación sobre los alimentos, la expansión de la producción de biocombustibles y las políticas comerciales y financieras han llevado a la destrucción de la agricultura familiar. El cultivo de tierras para  biocombustitbles, por ejemplo, ha reducido la superficie para la producción de alimentos y ha hecho subir su precio, dejando de alimentar en sólo un año a 127 millones de personas con trigo y maíz. Se prefiere destimar los cereales primero para quemarlos en gasolina y después para el consumo del ganado, antes que para las personas. África, autosuficiente hasta hace bien poco tiempo,  vio ya  cómo se destruía su agricultura familiar con los programas de ajuste estructural (PAS), impuestos en los años 80 y 90, que favorecieron los cultivos de exportación para obtener divisas y poder pagar la deuda interna. Por otra parte, Begoña Iñarra cree que los transgénicos, en sus veinte años de producción, no han ayudado en absoluto a disminuir el hambre. Al revés, su cultivo ha dejado endeudados a muchos pequeños agricultores como resultado de las políticas impuestas por las compañías que los venden y que pretenden controlar las semillas de alimentos básicos, como arroz, maíz, soja o trigo, y hasta de frutas y hortalizas. Los transgénicos están patentados, tienen un alto precio y su consumo puede ser  perjudicial, contra lo que cree el denostado presidente de Paraguay, Federico Franco, que hasta discutió públicamente en el mismo templo con un obispo de su país, cuando éste condenó en su homilía a los transgénicos.  En fin, según nuestra experta misionera, en los países del Sur las familias gastan el 60 y hasta el 80% de sus ingresos en alimentación, mientras en el Norte rico la comida supone el 20% del presupueto familiar, incluso en medio de la crisis.