Archivo por meses: diciembre 2013

La felicitación de Artur Mas

Recibo, con todos los años, en mi calidad de honrado posesor de la Creu de Sant Jordi, la felicitación del presidente de la Generalidad de Cataluña. Este año, consiste en un mapa de Barcelona, sitiada por el ejército de uno de los contendientes en la Guerra de Sucesión a la Corona de España -y no de Secesión de la dicha Corona-, el que más tarde sería Felipe V. Mala señal hablar de guerra en Navidad, fecha de todas las treguas en todos los tiempos. Además, nos felicita como amigos y simpatizantes, al menos, de Cataluña, y al mismo tiempo quiere alejarse de nosotros, quiere separarse de nosotros, por opresores, cuando no ladrones de su nación. ¡Quina contradicció!

El Adviento, preparación arrepentida

Arrepentimiento, en lenguaje bíblico, es cambio, volverse a Dios, regresar del exilio al lugar de la presencia de Dios, del dominio de los señores del mundo al Dios de todos los señores. Arrepentimiento es ir más allá de nuestra mentalidad: una nueva manera de pensar, de ver, de actuar. Como hacen las figura simbólicas personales de los relatos de la Infancia: los pastores, los magos… frente al empecinamiento de Herodes y los herodianos como él. Por eso la Navidad bíblica habla de luz que llega a las tinieblas de nuestras vidas exiliadas, y de la paz que nos trae esa luz. Luz y paz: los símbolos máximos, no personales, de Belén, de todo belén.  Porque desde entonces, la elección capital de nuestras vidas se libra entre Belén (patria de David)  y Roma (sede del César); entre Herodes y los magos que vuelven por otro camino; entre la venida del reino de la justicia en paz o la teologia imperial que busca la paz por medio de la victoria.

Una apuesta por la justicia social

El libro Los olvidos “sociales” del cristianismo: la dignidad humana desde los más pobres, del alavés José Ignacio Calleja, reconocido experto y profesor de moral social y de filosofía moral en la facultad de telogía de Vitoria, es no sólo una obra de madurez del autor, sino todo un testimonio de lo mejor que se ha escrito en cualquier parte sobre tema tan arduo como actual. Al final de su penúltimo capítulo, Fuera de los pobres no hay salvación, escribe: La conciencia utópica  es imprescindible  en la acción política, y también en la acción caritativa, pero la utopía nos espolea, mientras la quimera nos fanatiza o nos paraliza (no sé que es peor). La utopía social, en lenguaje laico, la espiritualidad que viven los cristianos a partir de la esperanza de que ya sí las oportunidades del Reino han irrumpido entre nosotros y están ahí queriendo florecer en las almas de las gente y en las estructuras de su vida social, nos sostienen y reclaman. Es la hora de sumar iniciativas cristianas, por proceder de cristianos y por responder a la fe y caridad comunes, que se traduzcan en iniciativas de caridad en la familia, entre las amistades, en la comunidad cristiana y en el barrio y la ciudad; es la hora de iniciativas prácticas, que se traducen en acciones tangibles en lo urgente, en programas efectivos en lo que da algo más de tiempo y en toma de conciencia moral sobre qué nos pasa y qué nos subleva contra el mal; y es la hora de reclamar de la organización política de la sociedad una apuesta rotunda por la justicia social, y hacerlo de los colectivos sociales de empresarios y de trabajadores mejor situados ante la crisis, y hacerlo en clave de interpretación muy crítica de los modelos de vida y de consumo, de producción y de reparto, que no son sostenibles, que reparten mal, que cargan sobre otros lo peor del esfuerzo, que excluyen a grupos enteros y pueblos, que marcan la democracia común con tal carga de corporativismo y de opacidad en las decisiones, que son una tiranía antidemocrática para los demás y una mafia económica que ninguna justicia social puede aceptar.                        

Jai egun arrotzei intsumisioa

Ayer, al pasar junto a la ikastola Iñigo Aritza, de Alsasua, vimos un letrero en su exterior que decía: Jai egun arrotzei INTSUMISIOA: Insumisión a las fiestas forasteras (extranjeras). ¿A la fiesta de la Constitución? Seguramente. ¿Quién ha puesto ese letrero: la dirección del centro, los profesores, los alumnos, todos ellos? ¿Quiénes son los insumisos? No sé si el Gobierno de Navarra -tarde y mal, como escribiré dentro de poco- ha llegado hasta ahí, después de tantos años de inacción, para enterarse de lo que se enseña y se aprende aqui, como solía escribir yo, sin que a nadie le importara un comino la cuestión. Ahora todo son prisas y aspavientos, tras la denuncia de la guardia civil y de la policía nacional acerca de la presencia de antiguos terroristas en las aulas. La desfachatez del letrero de Alsasua revela bien a qué extremos hemos llegado por el incumplimiento, año tras año, de los deberes más elementales.

Adviento: adelanto expectante

Adviento. Podemos traducirlo por venida, o, mejor, por hacia la venida. Es un revivir en el presente la esperanza del antiguo Israel, como canta el himno milenario: Ven, ven, Emmanuel / y rescata al Israel cautivo… Somos el Israel cautivo, exiliado, que se lamenta, solitario y triste, de su suerte colectiva: Ven, Deseo de las naciones / une los corazones del género humano en uno… Esperando el final cantado por ese mismo himno: ¡Alégrate, alégrate!. Emmanuel vendrá a ti, oh, israel.- Más de la mitad de los textos litúrgicos de Adviento son del profeta Isaías. Están llenos del adelanto expectante, y la esperanza no es vaga, sino concretísima: esperanza de un reino y reinado justo y pacífico; el nacimiento del Emmanuel (Dios con nosotros); del regreso del exilio; de la Buena Noticia de los pobres; de la próxima rasgadura de los cielos… El segundo personaje del Adviento es Juan el Bautista, el último y mayor de los profetas, el precursor de Jesús, el que anuncia la venida de uno más fuerte que él. Y, en tercer lugar, María está en el centro de atención de los textos evangélicos: en la anunciación del ángel (voz de Dios), en la concepción del Emmanuel y en la visita a Isabel (otra mujer símbolo del poder de Dios) con su canto gozoso y subversivo. En María la expectación se ha convertido por fin en embarazo, en presencia y en gozo.

“¡A mí con la historia no me cogéis!”

Con esa especie de proverbio aldeano se escudó el coordinador de IVC, Joan Herrera, anteayer en un programa de televisión nacional, cuando dos de sus contertulios le negaron la paridad política, de la que él venía haciendo gala, de Cataluña con Quebec y Escocia, mientras subrayaba que la historia no cuenta frente a la voluntad actual de un pueblo para decidir su futuro. ¡Otro político más, que confunde la historia con la asignatura de historia, o con un manual, o con el conjunto de meros hechos pasados! Como si la actual voluntad de los que reclaman el derecho a decidir en Cataluña no tuviera nada que ver con la historia misma de Cataluña y con el mismo sentido de la historia catalana que les han enseñado por ahí. ¿Es que la  voluntad actual de las personas no se nutre de la historia de cada persona, de cada país? Sin querer llegar a ningún determinismo histórico, qué bueno fuera que Joan Herrera leyera, en algún tiempo libre, a Xavier Zubiri sobre la historia, como una red, como una creación continua de posibilidades...

Reflexiones cristológicas: (III) Tertuliano

La cristología latina-occidental más antigua culmina en Tertuliano (Cartago, c. 160 – Cartago, c. 220), que tuvo que enfrentarse al politeísmo pagano y al monarquianismo  (única divinidad de Dios Padre: adopcionistas y sabelianos) de una parte de la Iglesia cristiana, influida por la teología pagana de la época. Con el concepto de una substantia, el teólogo africano excluye cualquier separación en Dios. Su unidad no es matemática sino filosófica, una unidad orgánica, nada abstracta. El Hijo procede, como un efluvio, de esta única substancia, y el Hijo y el Espíritu difieren por el orden de origen. Y aqui aparece ya la bella metáfora del rayo del sol: Espíritu del Espíritu, Dios de Dios. Tertuliano encuentra para calificar estos nombres el concepto y vocablo de persona (prósopon, en griego), pero no en el sentido de máscara o solamente de rostro, sino de personaje, de ser que habla y obra, allí donde antes escribía: alius, gradus, forma, species. El concepto y la palabra aparecían ya en la Biblia de los Setenta y la utilizaron Justino, Hipólito, Clemente de Alejandría, Orígenes y algunos gnósticos, con mayor o menor precisión y alcance. Dios tripersonal contra Práxeas, que defendía el Dios unipersonal. El rayo de Dios descendió a una virgen y, hecho carne en su seno, nació como hombre unido a Dios. Un doble status (entidad), no mezclado, sino unido en una sola persona. Dios y el hombre Jesús: una sola persona. Tertuliano, que concibe la persona como realidad especial de la substancia, está a punto de lograr, con dos siglos y medio de adelanto, la fórmula de Calcedonia: una persona en dos naturalezas. Él es sobre todo el teólogo de la verdadera naturaleza divina y de la verdadera naturaleza humana de Cristo. Excluida la confusión y la fusión de divinidad y humanidad en él, nuestro teólogo llama a esa unión: conjunctio  y connexio  (en griego, synápto, sinónimo de enóo), no justapositio; es decir, compenetración de substancias que permanecen íntegras: Vemos –escribe en su libro contra Práxeas– un grado entitativo, doble, no mezclado, pero unido, en una persona: Dios y el hombre Jesús; (…) y de tal modo queda a salvo la propiedad de cada substancia, que el Espíritu actuó en él con demostraciones de poder, con obras y signos, y la carne sintió sus propias afecciones, hambrienta ante el diablo, sedienta ante la samaritana, llorando por Lázaro, en angustia mortal, y finalmente muerta (Adversus Praxeam).

Menos humos, Gabilondo

Anteayer el buen Iñaki Gabilondo, el ilustre multicomunicador, se subía, en la sección de EP digital, literalmente a las parras de la ira, y hasta se encampanaba hasta las campanas de la indignación pública, porque, según repetía airado, mientras los independentistas catalanes estaban haciendo todo lo que querían y podían, los defensores de la unidad de España, es decir, de España, los patriotas españoles, no hacíamos absolutamente nada (con acentuación dramática). Y enfatizaba, con un pesimismo de última alarma, que Cataluña se va, se va definitivamente, siendo los jóvenes los más alejados de España, que no es para ellos más que una entidad administrativa, como puede ser la ONU o la OTAN (sic). Yo, sin querer entrar en competencia, pero con la Creu de Sant Jordi en el pecho,  que me contiene en el comentario, quiero sólo preguntarle si en estos treinta últimos años, en su radio, en su periodico, en su televisión, se ha pre-ocupado alguna vez por lo que les enseñaban y por lo que aprendían en los centros educativos catalanes esos jóvenes, cuando eran alumnos de  guarderías, escuelas infantiles, colegios, institutos y universidades… sobre España, sobre Europa, sobre Cataluña, su historias, sus hombres, sus relaciones… Y si alguna vez ha denunciado y condenado la avasalladora política, exasperadamente nacionalista y antiespañola, tantas veces, de partidos, periódicos, radios, televisiones, grupos, personas en Cataluña, además de denunciar y condenar a troche  y moche actitudes y actuaciones de la derecha  y la derechona en toda España. ¿Hubiera sido quizás una reacción demasiado españolista, demasiado facha, demasiado fuera de los cánones de la progresía andante? ¿Qué esperaba, pues, el ilustre comunicador? ¿Que todo aquello no diera fruto? ¿Acaso no lo está dando, y bien él lo sabe, en otras partes del Estado? Como diría el castizo: Ahora que lo ves ardiendo / lo quisieras apagar…

¿Por qué los mató ETA?

Vengo de la presentación del libro, tan necesario, Relatos de plomo, I (1960-1986), encargado por el Gobieno navarro para recoger la historia de las 42 víctimas de ETA en Navarra, coordinado por el buen periodista y amigo Javier Marrodán, y escrito también por varios periodistas y estudiantes de la universidad de Navarra. Ha sido un acto redondo en un salón del Baluarte rebosante de gente. La presentación del coordinador, el conmovedor relato, aplaudidísimo, de tres víctimas de la matanza y de los estragos llevados a cabo por los independentistas terroristas vascos, y hasta la sección musical posterior. Pero me he quedado con la pregunta, que me abrasa los labios del corazòn casi siempre, y que nunca o casi nunca se contesta en publico: ¿Por qué los mató ETA? Y ¿por qué a ellos? Bien están el qué, el cómo, el cuándo y el dónde, pero sin porqué no hay relato verdaderio. La presidente del Gobierno, en su alocución inicial, ha dicho por dos vece que ETA quiso imponernos un régimen totalitario, lo que es una obviedad, pero ese era, en todo caso, un propósito necesario pero adjetivo de su primera y principal finalidad, siendo el segundo ese Gobierno totalitario, formado por ETA, en un Euskadi independiente y euskaldún. Pero no el motivo primero, y, menos, formal de su cruel historia. Entiendo, por otra parte, la buena voluntad de dos padres víctimas que nos han contado el relato que han hecho a sus hijos, al llegar la edad de la discreción, sobre lo que les acaeció a los abuelos: unos malotes, en un caso, y unas personas, que se tomaron la justicia por su mano, en el otro, acabaron con ellos… No sé si eso es lo mejor, ahora, para los niños. Es posible. Con tal de que depués la versión sea mucho más real…- No salimos, pues, de lo politicamente correcto (es decir, cobarde). Por lo visto, fuera de las palabras sagradas (es decir, de madera), democracia, libertad, sistema democrático… no hay más espacio para la verdad. Y esto, entre los mejores, y en los mejores momentos… Si se tratara de Euskadi, Cataluña o cualquier otra causa, no habría tales pudores, tales reservas, tales contenciones. Y esto es precisamente el mayor mal político que aqueja a la España de hoy.

El capellán jesuita de Voltaire

Estudiando la disolución de la Compañía de jesús por la República española en febrero de 1932, encuentro un texto curioso que no conocía hasta hoy. Sabía que François Marie Arouet había sido durante siete años alumno de los jesuitas en el colegio Louis-le-Grand, de París, donde tuvo como profesores a los mejores maestros del momento. Y conocía igualmente el reconociento que el personaje llamado después Voltaire mostraba a los buenos padres, a quenes  tenía, de entre todas las Órdenes docentes, como los que mejor habían entendido las bellas artes y los que mejor habían enseñado la oratoria y la poética. Lo que no sabía era que, tras la disolución de la Compañía en Francia, el escritor, poeta, historiador y filósosfo, para quien la Igesia era un engaño y la religión revelada una superstición, había mantenido en su palacio  desde 1763 a 1777 al jesuita Antoine Adam, como su capellán, y que de sus manos había recibido los sacramentos durante una grave enfernedad, en 1769, tras retractarse de sus escritos anticristianos; retractación  que después retiró. Poco antes de recibir la muerte de verdad, el poco fino, o excesivamente celoso, párroco de Saint Sulpice le preguntó si creía en la divinidad de Jesucristo, a lo que el paciente le dijó suplicante: Déjeme morir en paz. Pocos días antes, había entregado a su secretario su verdadera profesión de fe: Muero admirando a Dios, amando a mis amigos, sin odiar a mis enemigos, y detestando la superstición. Ni siquiera tuvo paz tras la muerte. Trasladado el Panteón el año 1791, unos realistas crueles esparcieron sus huesos en 1814, que no volvieron a encontrarse. Su tumba está hoy vacía. Su admirable y admirado Dios no le habrá dejado tan solo y desamparado.