Limbo y purgatorio

El sabio jesuita Juan Masiá, a quien Japón hizo aún más sabio, escribe en VN, refiriéndose al limbo, que no hace falta un hotel para bebés no bautizados, y que lo que queda del teologúmeno de san Agustín es la voluntad salvífica universal de Dios (1 Tim 2, 4), de la que nadie queda excluido. Y sobre el purgatorio: “Ni antesala, ni tiempo en lista de espera, ni fuego para purgar. Al morir, “veremos a Dios tal como es y eso nos purificará”(cf. 1 Jn 3, 2-3). Al ver a Dios cara a cara, nos vemos tal como Él nos ve, sin autocondenarnos ni autojustificarnos. Eso es lo que purifica“. Ojalá sea así la necesaria purificación (purgación, la llamábamos) que todos necesitaremos.