La piña

Otra vez, la piña. En vez del Congreso autocrítico, la piña. En torno al  nuevo candidato -un hombre del viejo aparato- para intentar ganar las próximas elecciones. No hay otro pensamiento. No hay otra reacción. Un superficial reconocimiento del presidente del Gobierno -seguro ya en su secretaría general y en su presidencia- de su responsabilidad, a la vez que defiende por todos los medios que ha cumplido su deber y se ha sacrificado por su pueblo y su partido, es aplaudido por todos los barones (término aristocrático),  siempre unánimes a la hora de la verdad,  aunque casi todos estén deseando que se vaya, pues ya no les sirve. Y un nuevo cerrar filas (término militar), nuevamente servil, al servicio del nuevo líder. Es la lógica del poder. Es el imperativo del poder, unanimizador, que no deja resquicios de libertad y que condena la menor disidencia a las tinieblas exteriores. Todo lo demás es crónica divertida o interesante.