La fiesta de Italia

Italia celebró ayer, en plena crisis política y económica, los 60 años de su Constitución. El presidente de la República -de la que soy modestamente Commendatore-, el siempre lúcido y sereno, Giorgio Napolitano, dijo ante los senadores y diputados, reunidos para la ocasión, unas palabras sabias, que todos, excepto los parlamentarios de la Lega, confederalista / independentista, escucharon con respeto y aplaudieron con entusiasmo. Hay que distinguir el tema constitucional de las vicisitudes de los partidos, de las mayorías y de los gobiernos. Una cosa son las directivas constitucionales y otra las opciones y responsabilidades políticas. El patrimonio común de todos los italianos no es la herencia exclusiva de nadie ni puede ser utillaje de enfrentamiento contra cualquier otra. Es menester renovar, eso sí, la vida institucional, política y civil, poniendo remedio a los desequilibrios, distorsiones, factores de confusión y de tensión en los diferentes niveles. Necesarias son las reformas, pero sin cálculos contingentes, dentro de un necesario y posible consenso sobre algunas, esenciales, propuestas.- Los dos presidentes de las Cámaras insistieron en la necesidad de esas reformas, y el de los diputados recalcó la urgente tarea de colmar distancia entre la política y los ciudadanos. ¡Auguri, cara Italia!