Elecciones francesas

Una buena noticia, tal vez la mejor, ha sido la posibilidad de pasar al segundo turno de dos candidatos, patriotas franceses, demócratas y europeistas, aunque con diversas ideas (¿y proyectos?) sobre Europa, y el deterioro o desmedro de la extrema izquierda -casi hasta la consunción- y de la extrema derecha, que aún arrastra demasiados millones de votantes. Muy recconfortante me parece también la potenciación del centro, con el europeista Bayrou a la cabeza, fenómeno político no nuevo en la Europa democrática, incluida Gran Bretaña, pero nunca tan poderoso en Francia como esta vez, bien situado entre la mayoría gaullista y la oposición socialista, fuerzas muy gastadas, y algo más, tras muchos años de gobierno. Pero el centrismo francés es una fuerza demasiado gubernamental, y al mismo tiempo responsable, para considerarla exenta. Más decisiva me parece la disminución de las fuerzas llamadas de izquierda, que desde 1981 -año de la primera victoria de Mitterrand- hasta hoy han descendido de 47-50% al 37-39%. Sarkozy, con toda su incontenible fuerza original, no es, ciertamente, De Gaulle, pero tampoco Royal, con su espléndida figura al viento de la renovación, es aquel primer Tony Blair aparecido en el Reino Unido.