Él solo es el Señor

En el funeral de José Luis, amigo del alma, nos reunimos muchos de sus amigos, algunos condiscípulos del viejo Seminario de Pamplona, que tan honda huella positiva dejó en él, como a  todas horas lo decía y repetía. Sufrió mucho n los últimos años por la pérdida de valores y principios, también religiosos, que él veía, tal vez un poco exageradamente, por doquier. Para centrar y recapitular todas nuestras emociones, recuerdos, amistad y gratitud, recité al final de la misa de funeral, en nombre de todos, un poema comunitario de fe, del que cito sólo los últimos versos:

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Él solo es el Señor.

Ni el dinero que nos hace débiles y tontos,
ni el poder que embrutece y enajena,
ni la fuerza que copia a las fieras salvajes,
ni el sexo desbordado de los cauces humanos,
ni la burla bien puesta, lo mismo que un veneno,
ni el cansado cansancio de los años,
ni la muerte a la que sólo vence la esperanza,
podran jamás, por mucho que se se empeñen,
si la fe nos recorre las venas del alma,
obligarnos a bajarles dócilmente la cabeza
y decirles “¡señor, señor!”…,
por vivir unos años más tranquilos,
con un poco de alpiste en cualquier jaula,
o sólo más seguros en medio del rebaño.

Cree y esperamos, a Dios gracias,
y así lo proclamamos
en Jesús de Naszaret.