El cepillo en Neguri

Bastaba ver la fotografía de los dos obispos, uno con los ojos cerrados, en el diario oficial peneuvista Deia del día 24 y los títulos y subtítulos – Munilla e Iceta pasan el cepillo en Neguri: Pidieron a las familias más ricas de Bilbao que sufragaran los 100.00 euros que cuesta el evento– para imaginarse los comentarios de los habituales lectores anónimos que arremeten contra todo lo divino y humano. El evento es que el orfeón donostiarra actúe tres veces en Madrid durante la visita del papa, en la Jormada Mundial de la Juventud. Si, además, se recalca en el texto que se tata del grupo de la oligarquía vizcaína más conservadora (es decir, no peneuvista) y se refiere a la visita de Benedicto XVI como ostentosas conmemoraciones, la reacción anticlerical y antieclesial está servida. Y tan servida. Los comentarios de esos lectores anónimos, que algunos llaman hooligans, fueron de lo más zafio, grosero, irreverente que puede imaginarse, aunque menos imaginable en un diario de lectores en su mayoría católicos y hasta hace no mucho tiempo democristiano. Hubo incluso quien negaba el carácter de vascos a los dos obispos, ambos euskaldunes (pero no soberanistas ni indpendentistas); quien mezclaba el asunto del orfeón con el de la pederastia, y hasta quien veía la cosa como una maniobra españolista para demostrar que Euskadi es parte de España-. Pienso en los viejos peneuvistas como Aguirre, Leizaola, Landaburu, Irujo, Horn o Jemein, y no los imagino tolerando tal grosería, tal deriva moral y cívica en el diario de sus ideales. Porque todo puede comentarse y hasta criticarse. Pero no de cualquier manera, contribuyendo poderosamente al deterioro de nuestas ya tan pobres educación y moral públicas.