Antropología de la Resurrección

Todo el tiempo pascual, la liturgia nos va trayendo textos evangélicos y apostólicos, que durante este último siglo y medio han sido objeto preferente de la teología y de la exégesis. Todavía no ha terminado el debate entre los más eminentes hermeneutas bíblicos y teólogos dogmáticos, sean católicos o protestantes, sobre las apariciones de Jesús resucitado, entendidas por unos, preferentemene al menos, como visiones de los discípulos y por otros como revelaciones de Dios a los mismos, con numerosas variantes complementarias. Grandes teólogos y filósofos contemporáneos han hecho también, en estas últimas décadas, aproximaciones antropológicas a la fe en la resurrección, partiendo de la libertad, del amor, de la esperanza y de la esperanza en la justicia, vivencias todas ellas radicales del hombre. Lo mismo la libertad que el amor, la esperanza o el deseo de justicia tienden a lo incondicional y definitivo, que sólo puede calmarse y colmarse en la eternidad. La vida eterna es la acción de Dios que consagra definitivamente la libertad, el amor (“más fuerte que la muerte”),la esperanza y el hambre de justicia del hombre. El destino infinito de éste es el contenido de la imagen y el símbolo de la resurrección de Jesús entre los muertos. En todas sus realizaciones fundamentales el ser humano se mueve por la cuestión sobre el sentido definitivo de su existencia, a la que no puede responder adecuadamene desde la historia, sino desde un punto de vista escatológico, desde el final de todo tiempo. Pero la historia, la única que tenemos, muestra signos – la pasión de Cristo y su muerte admirables, el sepulcro vacío, la vida y muerte martiriales de los que vieron al resucitado, el sorprendente nacimiento de la Iglesia…, y millones de hechos más, heroicos y casi sobrehumanos-, en los que se vislumbra ese final, o en los que se anticipa el triunfo de la libertad sobre cualquier sumisión, el amor sobre la destrucción y la nada, la esperanza sobre el sinsentido y la desesperación, la exigencia de la justicia sobre la victoria del asesino, del injusto y del soberbio. Sólo desde la lectura atenta de la historia y desde la anticipación creyente del fin de la misma podemos entender bien los testimonios de la Iglesia primitiva, los textos bellos y profundos que la liturgia nos trae estos días del tiempo pascual.