Al Parlamento

En la última página de DN de ayer, sábado, leo que el Grupo Parlamentario Socialista del Parlamento de Navarra va a pedir formalmente mi comparecencia para que explique no sé qué sobre la Exposición Navarra, un futuro entre todos, exhibida en Pamplona del 29 de septiembre de 2006 al 6 de enero de 2007. La primera Exposición de nueva factura audiovisual en Navarra, enriquecida, también por vez primera, con unas Actividades complementarias, a cargo de dos docenas de prestigiosos profesionales y un Proyecto educativo. Según todos los indicios, y a juzgar por una Nota publicada por el mismo Grupo, el reproche o acusación principal parece ser el que yo fuera comisario, “previo pago de 60.000 euros”. Lo que sucede es que ni hubo ese pago ni menos fue previo: una magna falsedad, que en algunos puede ser mentira, una vez conocida la falsedad, y en otros puede llegar a infamia. Y es que esa asignación de 60.000 euros, según contrato entre Sodena, un ente autónomo del Gobierno de Navarra, y la Fundación Arte Viva, de Madrid, eran no para el comisario, que en un comienzo fueron dos, sino para la “oficina del comisario“, durante dos años, incluido el salario del personal, la seguridad social, etc. Como la falsedad, mentira e infamia no han cesado ni siquiera después de que enviara yo una réplica firme a varios medios informativos, la comparecencia va a ser para mí una inesperada y pintiparada ocasión para determinar mi papel exclusivamente cultural en la Exposición, para dar a conocer mejor mis réplicas anteriores y para confrontar una vez más en mi vida la verdad de una actuación transparente, sincera y entusiasta, con la frivolidad, para no hablar de una actitud cainita, de quienes se sirven de cualquier ocasión para perjudicar la seria y alta labor del Parlamento, tan querido para mí y del que tuve el honor de ser el primer presidente. Y allí diré asimismo cuatro cosas sobre mi trayectoria cultural, libre e independiente, en todo tiempo y lugar, con toda clase de gobiernos y sin servidumbres de ningún tipo. En fin, como solía decir mi madre, Al que cierne y masa / de todo le pasa. Y a estas alturas de la vida es fácil constatar, por el contrario, que al que ni cierne ni masa nada le pasa.