Archivo por meses: abril 2014

Hasta el viernes

 

Por una serie de malhadadas circunstancias, me veo obligado a entornar el cuaderno de bitácora hasta el próximo viernes. No he podido, esta vez, no luchar contra, sino vencer a los elementos.

La resurrección de Lázaro

(Quinto Domingo de Cuaresma, Jn  11, 1-44)

 

Murió Lázaro, amigo de Jesús,

que vino a traer a los hombres

la vida más abundante.

Jesús lloró la muerte de Lázaro

y el dolor amargo de Marta y María,

sus hermanas,

que contempló a la luz

de la gloria del Padre

y de la fe de todos aquéllos

que creían en él.

 

¿Aguardó a que su amigo muriera

para hacer un milagro?

No era Jesús de Nazaret

ese torpe milagrero.

Si hubiera estado allí, el día de la muerte,

como Marta y María argumentaban,

¿su hermano no hubiera fallecido?

¿Quizás la curación

del amigo enfermo de Betania

se convirtió después en la versión

de un muerto resucitado?

¿Fue una hermosa parábola tal vez

del evangelista Juan,

 el buen teólogo, prefigurando

la muerte gloriosa de Jesús,

resucitado por Dios de entre los muertos?

¿O le hizo salir,

con recia voz mesiánica,

como dice la letra misteriosa,

de la triste hediondez

del sepulcro de piedra,

soltándole las vendas de la muerte?

 

 

Importa menos

el núcleo original del relato,

que responde a un hecho conocido

en la iglesia primitiva de Juan.

Importa más

su intención teológica:

Es el triunfo de Jesús sobre la muerte

del amigo,

a través de su muerte pascual.

El triunfo de la luz

antes que llegue la noche.

 

Jesús era

el que había de venir

al mundo.

Él es la resurrección

y la vida.

Marta la tiene delante de sí.

Todo el que cree en Él,

aunque haya muerto, vivirá.

Y todo el que vive y cree en su palabra

nunca probará las hieles de la muerte.

 

Lázaro, sí, sal fuera.

Y todos al punto salgamos con él.

 

Espárragos

 

           No es del todo justo el refrán, cuando proclama: Los de abril para mí,/ los de mayo para mi amo, / y los de junio para ninguno. Traído por los romanos a Hispania, el espárrago de Navarra,  llamado, hace unos años, el oro blanco de nuestro regadío y de muchos pueblos navarros, llegó a representar entonces más de la mitad del total nacional y la mitad de las rentas aportadas por la hortaliza navarra. Hoy, debido no sólo a las inclemencias climáticas, sino sobre todo a la competencia con los espárragos importados de Perú, China o Taiwan, mucho más baratos, la producción se ha reducido mucho y, aparte las cosechas caseras de pequeños agricultores,  sólo unas cuantas zonas producen para fábricas conserveras de marca. Tengo delante de mí la foto de dos paisanos de Mendavia, idos al campo de par de mañana, con la capaceta, la azada y el cuchillo, escrutando las puntas escamosas del turión que marcan en el caballón o que ya están fuera de él, levemente morachas. Seguro que, además de otras muchas maneras, ellos han comido también en el mismo campo los espárragos recién cogidos, asados a la brasa de sarmiento, y acompañados de un suave ájilis mójilis. Los espárragos, símbolo fálico por excelencia, tienen ya entre nosotros su Día de exaltación y su Cofradía ritual. Pero, de manera más llana, todos podemos ser cofrades aprovechados, mientras nos una el gusto por esas tensas yemas de tallo recto y blanco del asparagus officinalis, de la familia de las liliáceas, de hermosa estampa otoñal, que los egipcios ya cultivaban hace más de 6.500 años.

“Estando ansí el alma…”

 

      Estando así el alma buscando a Dios, siente con deleite grandísimo y suave casi desfallecer toda con una manera de desmayo, que le va faltando el huelgo y todas las fuerzas corporales, de manera que, si no es con mucha pena, no puede aun menear las manos; los ojos se le cierran sin quererlos cerrar, u si los tiene abiertos no ve casi nada, ni si lee acierta a decir letra, ni casi atina a conocerla bien: ve que hay letra, mas como el entendimiento no ayuda, nola sabe leer, aunque quiera; oye, mas no entiende lo que oye. Asi que de los sentidos no se aprovecha nada si no es para no la acabar de dejar a su placer, y así antes la dañan. Hablar es por demás, que no atina a formar palabra, ni hay fuerza, ya que atinase, para poderla pronunciar; porque toda la fuerza esterior se pierde y se aumenta en las de el alma para mijor poder gozar de su gloria. El deleite esterior que se siente es grande y muy conocido.

( Santa Teresa de Jesús, Vida, 18, 10.)

Últimos aforismos

 

A vista de pájaro. ¿Qué sabemos cómo es la vista del pájaro?

Si yo llamara a las palabras, acudirían humildes, como el prisionero acude a la llamada del que lo cautivó (Abu Ishalq, Elvira, + 1067). Oh, poder de los poetas…

La gente con mucha cara mira cara a cara a cualquiera.

Otro que niega la evolución

 

        En el último número de ES, el escritor José Manuel de Prada, que firma su colaboración habitual, Evolucionismo y teología, se queda sin teología y sin evolución. Considera intelectualmente probos a todos los evolucionistas ateos o agnósticos, que consideran incompatibles a Darwin y al dogma cristiano, y chanchulleros, y hasta personas odiosas a quienes afirman lo contrario, es decir, a casi todos los teólogos cristianos actuales y,  entre ellos, a los mejores que hay en el mundo. Prada, que se apoya para su tesis en Monod, Wells o Bozarth, y no en los mejores  teólogos católicos, lee la Biblia con lectura fundamentalista, propia de ciertos protestantes norteamericanos; mantiene el monogenismo de la especie humana; entiende el pecado original como una enfermedad hereditaria, y, consecuentemente, también de manera anticuada e inapropiada, el bautismo de los niños y hasta la Redención de Cristo. Siento de verdad que ese sea todavía el pensamiento de José Manuel de Prada, un buen escritor, a quien debemos páginas espléndidas y a quien he alabado aqui en alguna de las muchas ocasiones en que ha defendido valientemente algunos puntos de la moral cristiana, el patriotismo español, y hasta el sentido común. Lo que no me parece de recibo a estas alturas es que a todos los que no pensamos como él nos llame, una y otra vez, en su artículo semanal, muy leído en toda España, chanchulleros, e ignorantes que ejercemos una deshonestidad intelectual.  Resulta a todas luces lamentable e intolerable.

Jesús Carrasco

 

       La maravillosa primera novela del extremeño Jesús Carrasco, Intemperie, premio Libro del año 2013 -del que ya hablé en su día-,  denso y apasionante relato rural de pocos y  recios caracteres, de acción elemental y a la vez épica, con una bellísima, y casi técnica, descripción constante, está dotada de un vocabulario rico y preciso, así como de hermosas, a veces fulgurantes, metáforas. He aquí algunas: La noche se hacía cargo de la tierra – Arrugada como una patata vieja – Las bambalinas del atardecer – Queso sudoroso – Tensas como afilador de barbero – Zumbido eléctrico azul cobalto – Los olores del amanecer – Los ojos inflamados como higos maduros – A la luz sedosa de la luna llena – Horizontes de serruchos mellados – Hocico embreado (del perrro) -Olía a sombra y aceitunas – Olía a madera carcomida y a tripa seca de embutido – El aire caliente y pastoso – Sonrisa sucia – Un ruido pedregoso y absoluto (de escopeta) – El naranja polvoreinto del atrardecer...