A ver qué papa futuro se atreve a llamarse Pio XIII!
Conforme avanza nuestra vida, la mayor decepción que se hace más evidente cada dia es la de uno mismo.
Oh, viejos, altos, desgarbados
pinos de Roma,
cantados por Respigui.
Yo os canto ahora en la lengua española,
nacida del latín de Séneca y Trajano.
Como símbolo excelso
de esta Roma perenne,
vieja y alta,
y un poco desgarbada también.
De esta Roma única,
la más resistente en su belleza,
la más humana
ciudad del mundo.
No basta ser creyentes. Hay que ser, ademas, creíbles.
He soñado, la noche de Todos los Santos,
que Dios,
un Dios alegre y divertido,
a la 1 en punto de la tarde,
concentraba en la Gloria de Bernini
a todos los bienaventurados
ascendidos en el último año
a la gloria celeste.
Cuántos santos sin nombre ni apellido.
Cuántos santos que jamás serán venerados en la tierra.
Sólo algunos de ellos, tal vez ninguno,
volverán, después de muchos años,
tras un proceso canónico y febril,
interminable,
a la Gloria de Bernini.
¿Es una buena noticia el acercamiento de unos cientos de miles de anglicanos, sacerdotes y obispos incluidos, a la Iglesia de Roma? ¿Y los 76 milones y pico de los otros anglicanos? ¿No se retrasará aún más, con todo ello, la unidad ecuménica después de tantos años de esfuerzos y avances? ¿Dónde quedaron, por cierto, aquellas resoluciones acordadas en los documentos comunes de católicos y anglicanos, de los años 1971, 1973 y 1981?
Siempre es otoño en Roma.