Vacíos en la historia de 1512

En los nuevos libros, en los comentarios de los antiguos, en los artículos, conferencias, declaraciones.., aun de los mejores y más equilbrados historiadores, que escriben y hablan de la conquista de Navarra en 1512, de los intentos de su reconquista, y, en general, de todo el período que abarca los años 1479-1530, echo en falta una mayor ponderación de cuatro hechos significativos: 1) la innegable tradición hispánica de la historia de Navarra ya desde el siglo IX, con todas las intermitencias que se quiera, que tiene su máxima expresión escrita en los Códices de Albelda, Nájera y Roda, y que no admite parangón con la tradición o influencia francesa, a pesar de la lista de reyes de Francia-Navarra, tan lejanos, tan extranjeros, tan extra-vagantes para la mayoría de los navarros; 2) Los intentos por parte de los Reyes Católicos de ganarse a los reyes navarros, y con ellos el reino, por medio de los numerosos tratados, así llamados,  es decir, acuerdos o pactos, con nombres de diversas ciudades españolas, en los que los monarcas de Castilla-Aragón y de España no sólo repiten, casi como estribillos, las fórmulas de defensa mutua, mirando siempre  de reojo al rey de Francia, sino que intentan asegurarse el futuro por medio de posibles matrimonios entre sus hijos, y luegos sus nietos, con las sucesores y sucesores de los Albret, proyectos que siempre fallan por  la  supremacía de del rey francés sobre sus vasallos los reyes navarros 3) la historia real del acoso e intentos de derribo del pequeño reino pirenaico por parte de los reyes de Francia, especialmente a partir del año 1507, que hizo peligrar gravemente, en los últimos años el mismo principado de Bearne, la joya de la corona de los Foix-Albret: la Navarra transpirenaica era no más que unos valles perdidos, casi inhabitados. Sólo la muerte en combate italiano del pretendiente al trono navarro,  en abril de 1512, reconocido como tal y mimado por la corona francesa, Gastón de Foix, hermano de Germana, liberó tal vez a los territorios vasalláticos de los Foix-Albret del asalto final; 4) la figura internacional de Fernando el Católico, rey de Aragón y regente de Castilla. En la mente de los navarros de a pie apenas suena el rey Fernando como rey de Aragón, sino como rey de Castilla; apenas sabe nadie que fue hijo del rey de Navarra, Juan II, de quien heredó el trono aragonés; apenas si a nadie se le ocurre recordar que  fue hermano (hermanastro) de Carlos de Viana, de la pobre Blanca y de la cínica Leonor, y estuvo casasdo en segundas nupcias con Germana de Foix, hermana de Gastón. Desconoce no sólo sus tratos con los papas  de su tiempo o los tratados de paz con el rey de Francia, su mayor enemigo en el tablero europeo, sino sobre todo su parentesco cercanísimo con el emperador Maximiliano, su consuegro, o con el rey de Inglaterra, su yerno. ¿Quién daba más? ¿Quién era comparable con él? Lo que no le daba, cierto, título alguno para una conquista injusta, pero en el marco de una historia real, que Maquiavelo se encargaría pronto de revelar sin pudor, le hacía el vocado, el llamado para cualquier aventura.