Vamos a esperar
con la misma fe
al niño humano y divino,
el más
esperado y decisivo
de la humanidad.
Una y otra vez,
una y otra vez.
El que en otro tiempo vino
a la ciudad
de Belén,
o, según sabios más críticos,
al lugar
de Nazaret.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
El mismo
que, sin cesar,
viene siempre de camino,
inmanente y trascendente como es.
El que vendrá,
al fenecer de los siglos.
Una y otra vez,
una y otra vez.
Este niño, ya nacido
tiempo atrás
de la carne
y el Espíritu,
en humana desnudez,
es hoy el que va a tornar,
es hoy el que va a nacer.
El Dios vivo
que se acerca
una y otra vez.
Una y otra vez,
una y otra vez.