Un estorbo

Tras el campo de concentración, eligió la Alemania comunista para ejercer su apostolado. Allí fue espiado, amenazado, despreciado. En Dachau el joven sacerdote alemán Hermann Scheipers, que se libró de la cámara de gas por pura suerte, había visto morir a otros compañeros de ministerio, a veces entre horribles dolores.  Hoy puede celebrar la beatificación de algunos de ellos. Cuando le preguntan sobre los dos totalitarismos que le tocó padecer, contesta: Nos perseguían porque no aceptábamos la supremacía de ningún hombre, ni de Hitler ni de Stalin, ni la del proletariado por encima de Cristo. Tras la caída del Muro llegó el capitalismo. Este totalitsrismo vació las iglesias, sin amenazar con la cárcel. Hay libertad de religión, pero sus medios de comunicación se encargan de que se vea mal su ejercicio. Los cristianos seguimos siendo un estorbo para la pretensión de los poderosos de dominar todos los aspectos de la vida en su propio beneficio. Pretende dominar al ser humano en su propio beneficio, y para eso estimula el individualismo y el relativismo. (…) Nuestra sociedad es cada vez más inhumana.