Norte de África

El régimen de Egipto era y sigue siendo militar: esperemos el final de algo que ha comenzado bien y merece una democrática continuación. El régimen, en cambio, de Túnez era policíaco, más fácil de desmontar, pero el partido socialista del Destur (herencia de Bourguiba, y hasta hace unas semanas en la Internacional Socialista), no ha desaparecido ni mucho menos de las estructuras del país, pese a todos los cambios gubernamentales. El grito que está sonando en todos los países de mayoría musulmana, desde Marruecos hasta Barhein está siendo: trabajo, libertad, dignidad nacional. Es decir, que la nueva revolución es social, política y moderamente patriótica, en lucha contra la corrupción imperante en todas las dictaduras que son todos esos regímenes, se llamen como se llamen. Los movimientos políticos islamistas en todos ellos han tenido una mínima participación, al menos al comienzo, en las rebeliones, aunque luego se han sumado discretamente a ellas. Algunos de sus responsables han puesto Turquía como referencia: un país de mayoría musulmana, pero con régimen de laicidad. Está por ver cuál será la actitud y la actuación de todos esos movimientos, muy plurales en general, a la hora de las elecciones democráticas, cuando llegue el caso, y cuál será su peso en la vida total del cada país. No parece que ninguno de ellos deje de ser oficialmente musulmán como hasta ahora, incluido Túnez, el más occidental de todos. Hace tiempo que el tema de la libertad religiosa está no sólo en los medios infotrmativos y en los ámbitos culturales, sino en la calle. Pero rcordemos, olvidadizos como somos, que en la Iglesia Católica la libertad religiosa no tuvo estado de ciudadanía hasta pasado el Concilio Vaticano II. Desde el punto de vista civil, Arabia Saudita no votó en su día la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) en la ONU. Y los Estados islámicos que la votaron no la han aplicado todavía en lo que a la libertad religiosa atañe. Sus Constituciones no toleran el derecho a la conversión. Y hoy mismo, en varios de esos países, lo mismo que en Pakistán, se castiga  cualquier disidencia, llamada blasfemia, incluso  con la muerte.