Motivos

Los motivos de una derrota electoral o de un triunfo no alcanzado del todo son más complejos de lo que se cree. No siempre son razones de alta política, interpretaciones de la identidad nacional, o cosas similares, lo que mueve al elector, ni mucho menos. Por encima del nombre y de la querencia del partido y el programa propuesto, que pueden significar en ciertos casos mucho o todo, suele prevalecer la mayor o menor consideración de las personas que en cada caso los representan, con sus cualidades y defectos, con su buen o mal hacer en etapas anteriores, lo que en las elecciones municipales y autonómicas es dato de primera magnitud. Por otra parte, en una sociedad bien acomodada, permisiva más que tolerante, y sensible a todo lo que lleve el marchamo de progreso, como es la nuestra, los electores buscan sobre todo seguridad para el presente y el futuro.Y así todo lo que suene a conflicto, agresividad, tensión o crispación -la palabra de moda- se mira como alto riesgo, fuera, naturalmente, de los círculos o ámbitos específicamente beligerantes. En cambio, valores como diálogo -un icono de máxima aceptación-, entendimiento, antirevanchismo, compromiso, etc., están cada vez mejor cualificados. Tampoco podemos olvidar que cada cuatro años se acercan a las urnas miles de jóvenes, casi media generación, que traen el ímpetu de la novedad, y, de manera incluso biológica, el deseo de cambio, cuando esta treta política en forma de muletilla, a la manera de talismán mágico, ha sido incorporada al vocabulario electoral como fórmula significante de mejora y de porvenir.