Matonismo parlamentario

 

        No vimos y oímos ayer en el Congreso de los Diputados nada que no hayamos visto miles de veces en las redes sociales, en el comentarios anónimos de periódicos digitales, o, a veces, en la calles y en las plazas, especialmente de Cataluña, Euskadi y Navarra. Sólo que ayer lo vimos y oímos nada menos que dentro de la Cámara de la Palabra y de la Representación democrática de España, en la más bochornosa sesión parlamentaria que hayamos podido sufrir desde 1976. Si Rufián no tuviera ya como nombre el título que se merece por sus continuas actuaciones, me demoraría un poco en buscar un nombre o en rimar unos versos sarcásticos para describirle. Pero basta con eso.

Algunos de entre los más cultos entre los comentaristas han llegado a comparar lo dicho y hecho por ese pobre hombre que de “xarnego” se hizo independentista y funge de bufón-matón permanente queriendo manchar, desprestigiar, degradar, destruir las instituciones españolas… con la justificación del atentado personal a Maura, hecha por Pablo Iglesias en 1912, o con la amenaza de muerte de la diputada comunista Dolores Ibarruri a José Calvo Sotelo, horas antes del asesinato del líder de Renovación Española. Es demasiado. Tampoco le compararé con aquel interruptor automático y jabalí radical socialista, Joaquín Pérez Madrigal, durante el primer bienio 1931-1933. Madrigal era mucho más elegante, irónico y jovial.

Quiero ponerme yo también en pie con el Grupo de Ciudadanos para aplaudir al ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell. Lástima que él también, por aquello del Goberno in solidum, sea -y bien que le pesará- responsable objetivo de depender política-estadísticamente para su permanencia en su oficio ejemplar de honradez, patriotismo y valentía, de aquéllos mismos independentistas y antiespañoles que le gritan indigno, hooligan, fascista, racista y hasta le escupen, con escupitajo físico o no, cuando pasan junto a él.