Los enemigos del papa Francisco

 

       El ex nuncio pontificio en Washington y ex gobernaddor del Vaticano, el arzobispo italiano Carlo María Viganò, hijo de una alta burguesía lombarda -a quien dos de sus hermanos no le hablan por pretender administrar la cuantiosa herencia familiar en su provecho-, fue el primero que se atrevió a pedir públicamente la renuncia del papa actual, tras denunciar por todos los meddios a varias personalidades vaticanas y extravaticanas. Después ha quedado claro que durante su estancia en Estados Unidos de América, donde llegó a acompañar a Francisco en su viaje oficial, hizo buenas migas con el lobby antipapal norteamericano. En él están el cardenal DiNardo, arzobispo de Gaveston-Houston; el arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone (curiosamete, dos descendientes de italianos); los obispos de Phoenix, Madison, Tulsa, Tyler (entre los 300 obispos que hay en el país); las revistas National Catholic Register, Life site News, Church Militant…, respaldados y financiados los más por grupos de católicos poderosos de extrema derecha: EWTN, Napa Institute …

Está claro que los principales puntos de ataque, aparte pequeños o grandes rencores, odios y venganzas clericales por motivos de dinero, puestos, prerrogativas, ascensos, remociones…, son el texto magisterial pontificio Amoris laetitia (La alegría del amor), en el que se abre la puerta a que, en algunos casos, los divorciados vueltos a casar puedan ser readmitidos a los sacramentos. Unido a él, el motu proprio titulado  Mitis Judex Dominus Jesus (El benigno Juez Señor Jesús), con el que el papa simplificó los procesos de nulidad matrimonial, que fue calificado por los antipapistas como ley del divorcio católico. No dejemos de lado le encíclica Lodato  sí, que cometió el error de denunciar la compraventa de bonos de carbono, y las continuas invectivas del papa argentino al capitalismo financiero y salvaje. Otro caballo de batalla, tal vez el mayor, es la moderación y hasta la permisividad, reprochadas al papa, ante la homosexualidad –¿quién soy yo para juzgar a un gay?-, homosexualidad que, denuncian, se ha introducido hasta el fondo de la jerarquía y la relacionan con los abusos sexuales a menores. Si no hubiera estallado en todo este tiempo el múltiple escándalo de los abusos (Estados Unidos, Canadá, Chile, Alemania, Austria, Irlanda, Austraiia…, la campaña contra el papa Francico no hubiera sido ni de lejos tan agresiva e iracunda.

De todos modos, estamos ante el eterno y peor enemigo interno de la Iglesia en todos los tiempos, que lleva el común nombre de integrismo, unido siempre a poderes de este mundo. Desde Jesús de Nazaret hasta el papa Francisco todos los grandes líderes religiosos lo han padecido.