Las voces del silencio (VII)

 

LA PALABRA DEL SILENCIO. A

 

     Ionesco, en su Diario en migajas, afirma que la palabra impide hablar al silencio, y Antonin Artaud sostiene que el alma de las cosas no está en las palabras. No hablamos -confiesa Maeterlinck- sino a las horas que no vivimos. (…) y la vida verdadera, la única que deja alguna huella, no está hecha sino de silencio. Para Gabriel Marcel, la palabra surge de la plenitud del silencio, que es supratemporal, y este le confiere su legitimidad. Casi lo mismo  dice Merleau-Ponty: del lenguaje: Solo vive del silencio: todo cuanto arrojamos a los demás germinó en ese gran país mudo que no nos abandona. Y Pierre Emmanuel: El silencio es la palabra transfigurada Ninguna palabra existe en sí misma; la palabra no es más que por su propio silencio. Es silencio, indivisiblemente, en el interior de la menor palabra. Algo parecido llega a decir Jean Marie Le Clézio, cuando expresa que el silencio es la suprema consumación del lenguaje y de la conciencia. Si lsas cosas son así, es natural que el científico y filósofo austríaco Wittgenstein, siguiendo a Thoreau, emprenda la tarea de rehabilitar el lenguaje por medio del silencio.

Para muchos escritores, la silenciosa palabra de Dios es la base de su reflexión. El teólogo danés Kierkegaard ruega al Señor que no nos permita nunca olvidar que también cuando calla, habla. A este silencio llama Pierre Coulange silencio de transcendencia, es esa grandeza de Dios que se despliega no en la acción o en la palabra, sino simplemente en su visita, en su vuelo, si podemos erxpresarnos así. Muchos han experimentado el silencio como palabra no proferida: Asi canta Víctor Hugo: (…) del astro a la larva, la inmensidad se escucha (…) / ¿Crees que que el agua del río, los árboles del bosque / sin nada que decir, elevarían la voz? (…) / ¿Supones que la tumba, en musgo y noche envuelta / tan solo sea silencio? (…) / No, todo es una voz y todo es un perfume, / todo en el infinito, dice una cosa a alguien. / Oímos el ruido del rayo  que Dios lanza, / la voz de lo que llamamos silencio.

También las artes son fuentes imagotables del silencio. Pascal Quignard pone en boca del maestro músico Chang Lien las siguientes palabras: Hoy he hecho demasiada música. Voy a lavarme los oídos en el silencio. La muta eloquentia de la pintura ha sido objeto de muchos estudios. Según Lessing, la pintura es poesía muda.  Eugène Delacroix asegura: El silencio impone siempre. (… ) La palabra es indiscreta.; viene a buscarte, solicita la atención. (…) La pintura y la escultura parecen más serias; hay que ir a ellas.

Numerosos escritores franceses han estudiado la pintura universal de todos los siglos, y muchos de ellos se han demorado a explicar su relación con el silencio. Es el caso de Claudel sobre la pintura holandesa, de Yves Bonnefoy sobre Piero della Francesca, o de  Marc Fumaroli sobre la pintura del Gran Siglo. El segundo escribe que el silencio del pintor italiano es el de la evidencia del mundo, susurrante de murmullos, de rumores, con el reflejo del cielo azul en el agua de los charcos. Y Fumaroli, analizando La Virgen de las rocas de Leonardo da Vinci, que él considera la obra maestra absoluta del arte cristiano, asegura que en los silencios de los personajes todo está presentido por anticipado, consumado y contemplado a distancia: la Anunciación, La Natividad, el Bautismo y la Cruz.