La ley de plazos

Con la ausencia, muy significativa, de CIU, la comisión parlamentaria del Congreso ha dado, como estaba previsto, el vía libre al Gobierno para que presente su anunciada y predicada ley de plazos para el aborto. Lo que vulgarmente se dice el aborto libre (lo que no es exacto) o, como decía hoy la representante del único partido de la oposición, el aborto como un medio más de contraconcepción. La verdad es que, con la legislación actual y sobre todo con el cuarto supuesto añadido en los noventa, el aborto ya es muy libre, y, además, sin barrera temporal alguna, de lo que dan prueba las carniceras experiencias que se denunciaron hace unos meses, sin que tuvieran, ay, apenas sanción penal ni moral. Y esto es lo más grave: que en la mayoría de la población, que hasta hace bien poco se oponía a esta generalización, el aborto sin motivo alguno declarado se entienda como un medio, algo más complicado, de profilaxis. La falta de una mínima moral cívica, en este punto y en otros aledaños, de los partidos políticos y del Gobierno, de grandes medios de información, de los grupos de influencia educativos e intelectuales de nuestro país -tan locuaces y activos en otros terrenos morales- nos han llevado a esta situación. Lo que me parece tan importante como la misma medida legislativa. Sólo oímos hace pocos días una tímida referencia del presidente del Gobierno al abuso de los abortos en adolescentes jóvenes. A otros ni eso. Y es lamentable que, aparte del PSOE, los decididos sostenedores de una  ley tan  seria sean unos grupos minúsculos, llamados de izquierda, que pueden un día no lejano desaparecer, y que irán sin duda más allá que el PSOE, dejando al Gobierno en una situación cómoda, defendido siempre por el ejemplo de los países más avanzados de Europa, lo que no es cierto del todo ni en la realidad ni en el calificativo. Pero esto es lo que hay y durante los meses que faltan para la aprobación de la ley habrá ocasión para debatir serenamente, si esto es ya posible entre nosotros. Espero que un día no lejano la ciencia y una maduración de la moral cívica haga más difícil la plaga de los abortos en el mundo. Pero, mientras tanto, como han hecho algunas personas valientes y sabias, opuestas a la ley, ante la subcomisión de expertos, cada uno podrá intentar convencer a los demás de sus propias convicciones. No valen aquí, y aquí menos que en parte alguna, medios inadecuados y torpes, que más que convencer, generan rechazo, aversión y desprecio. El deber no tiene nada que ver con eso. Y la vida menos aún.