La despedida del arzobispo

Notoria es ya la aversión mostrada al arzobispo Fernando Sebastián por el diario soberanista vasco de Pamplona, propiedad de los empresarios peneuvistas, Juan Celaya y Lorenzo Mendieta, propietarios a su vez de Multimedia del Norte, sociedad que controla otros tres diarios soberanistas vascos. El editorial de anteayer del periódico navarro es una paletada de cieno al arzobispo en la hora de su despedida. Con un lenguaje iracundo y ofensivo (“despotricó“, “arremetió“…), llegan a resumir así sus catorce años de episcopado: “Sebastián ha hecho de la cátedra religiosa un púlpito político partidista e interesado“. Y, como si no fuera bastante: “Se sumó a las tesis oficiales de la época aznarista intentando confundir vasquismo y nacionalismo democrático con ETA”. Nada más lejos. Sebastián, tras llegar a Pamplona en 1993, siguió la costumbre, comenzada en la Transición, de colaborar con los / con los “otros” “obispos vascos” en varios sectores de la pastoral; firmó cartas pastorales conjuntas, aceptando cierto lenguaje más propio del nacionalismo vasco; defendió denodadamente la creación de la nueva Provincia Eclesiástica de Pamplona (para los nacionalistas-independentistas vascos, la “diócesis vasca” y hasta “la iglesia vasca”), etc. Sólo un mejor conocimiento de la realidad, la reacción de muchos sacerdotes y seglares navarros y la campaña asesina de ETA junto con el comportamiento ambiguo cuando no proclive de cierto nacionalismo-independentismo vasco le abrieron los ojos y, a la altura de 1998 -suelo poner como hito la fecha del asesinato de Tomás Caballero (6.5.98)-, comenzó a actuar de modo distinto, sin dejar por eso parte de esa colaboración mencionada. Esa última acusación es, pues, una falsedad poco menos que calumniosa. Por otra parte muchos políticos y muchos periodistas críticos podían haber imitado a don Fernando Sebastián en el estudio. aprendizaje y uso  de la lengua vasca, raro ejemplo en las personas que llegan con un cargo público  a Navarra, en vez de perder y malgastar el tiempo en críticas tan falsas como injustas.