La belleza que vence a la desarmonía

 

            Cuando veo, día tras día, la mediocridad general de la política y de los políticos españoles; el cainismo ambiente; su demagogia despampanante; su nulo patriotismo; su ausente autocrítica, y cómo entre todos están desgarrando España, la Nación, en la que no creen unos, y la creen solo suya  otros, recuerdo el hartazgo y hasta la condena de la política que Albert Camus expresó en aquel ensayo que tanto me impresionó en mi juventud, titulado L´Homme révolté. La libertad no puede darse sin el compromiso, pero la libertad total no existe. Es despreciable la revolución que no contenga la inteligencia. La violencia es rechazable, pero  necesaria en ciertas circunstancias. Por eso el rebelde se halla en una eterna contradicción, porque busca el bien pero el bien no se consigue sin el mal (la violencia).

Rebelado contra la izquierda, y sobre todo contra el Partido Comunista, que sustentó su vida en Argelia y en Francia, por ideológico, por excesivo, por enquistado, por irreal, por fanático, ve que la única rebeldía posible es la del artista. La escritura es la única rebelión posible contra toda ideología. Y desde entonces solo vive para el arte, único espacio, dice, donde no anida la traición. Para Camus, solo la belleza puede vencer la desarmonía de la vida. Solo a través de la armonía, del arte que quiere cambiar el mundo, se puede empezar de nuevo, alejando todo lo que queda atrás.

Su posterior entusiasmo por la Divina Comedia, visible en La chute, y por la obra de Dostoyevsky, especialmente por Los demonios -cuya adaptación se esfuerza por poner en marcha- y sobre todo por Crimen y Castigo, revelan la sintonía con el espíritu del novelista ruso, tan desconfiado de socialismo alguno y hasta de ciertos humanitarismos.