“In manus tuas, Domine…”

Quinto aniversario de la muerte de mi madre. Era día de Jueves Santo y fue la Semana más santa de mi vida. Huiré hoy de nuevo de todo rito personal y transpersonal del recuerdo minucioso, del cultivo doloroso de la memoria del dolor y de la tristeza. En otros puede ser normal y hasta saludable. Para mí, tal vez por mi fragilidad, es mucho más negativo que positivo Además, ¿no celebramos siempre festivamente el día de la muerte de los santos?. Leeré y meditaré vivencias y reflexiones sobre la resurrección de Jesús y la nuestra, tan cercanos ya a la Pascua. Y comienzo por esta experiencia sapiencial de Juan Luis Ruiz de la Peña, teólogo y músico asturiano, antropólogo y escatólogo de primera línea, autor de muchos libros magistrales, fallecido en 1997. Poco antes de morir, se puso a escribir en el ordenador sus penúltimas vivencias sobre la vida y la muerte. Se preguntaba si durante una enfermedad realmente grave, cuando el yo personal se encuentra embargado, enajenado, expropiado por el dolor, se puede seguir siendo persona y no sólo cuerpo, el cuerpo que se es y no se tiene, y si ya sólo cabe lo que los antiguos llamaban satispasión, disposición a la pasión, aceptación de la pasividad. “Es este el momento –continúa el autor de La Pascua de la Creación en que el hombre se apercibe (por una suerte de revelación de cegadora nitidez) de que en algún momento de su proceso vital le aguarda inexorablemente algo que lo va a consumar consumiéndole literalmente; que no hay forma de rematar la empresa de ser hombre sin esa consumación que lo consume; que no basta “hacer bastante” (“satisfacere”), sino que es menester “padecer bastante” (“satispati”) para cerrar el ciclo. No conozco ninguna lectura (filosófica o religiosa) del fenómeno humano que pueda justificar este tránsito del “satisfacere” al “satispati” del modo como hace la fe cristiana. El hombre se percibe a sí mismo sobre todo como agente ejecutivo, autor y actor libremente responsable de su destino. Cuando la enfermedad le descubre cuán precaria era, a fin de cuentas, esa pretensión en la que cifra su autoestima, ¿dónde encontrar la clave que esclarezca la radical inversión de su instalación en la realidad por la que está pasando? ¿De dónde recabar el temple preciso para encajar tan dolorosa metamorfosis? Sólo el paradigma de una pasión que es acción libremente diseñada puede esclarecer la aporía. Sólo el hecho-Cristo sirve aqui de algo.Todo lo demás es literatura (generalmente mediocre), patético titanismo o huída encubridora de la situación que se está viviendo. El “In manus tuas commendo spiritum meum” es en esta coyuntura la única fórmula con sentido, la sola consolación posible. En la fe en el Dios vivo y en la esperanza de la victoria sobre la muerte”.