España ha dejado de ser católica

El martes día 13 de octubre, habló por fin Manuel Azaña, presidente y fundador del partido Acción Repúblicana, ministro de la guerra y próximo presidente del Gobierno. Fue el discurso de su vida, el de “España ha dejado de ser católica”, frase dicha en sentido histórico-cultural, aunque fue entendida por casi todos como una provocación y el resumen de una política. Su intención era unir al mayor número de republicanos para votar un texto común, que evitase la disolución de todas las órdenes religiosas, pero que a la vez mantuviera algunos de los propósitos del viejo azañismo y del viejo anticlerialismo republicano: la disolución de la Compañía de Jesús, la supresión del presupuesto eclesiástico, la prohibición de la enseñanza, la industria y el comercio a las asociaciones religiosas, y el control absoluto de la Iglesia por el Estado. Como recalcó una y otra vez el ministro republicano en este discurso, la salud del Estado, la defensa de la República era el principio supremo de los hombres como él, por encima de cualquier derecho, de cualquier principio. Puro jacobinismo y hasta fascismo, ya lo comenté hace unos días. El futuro presidente de la República calculó mal la operación: “Pensad, señores diputados, que vamos a realizar una operación quirúrgica sobre un enfermo que no está anestesiado y que en los debates propios de su dolor puede complicar la operación y hacerla mortal; no sé para quién, pero mortal para alguien”.
Mortal para todos, pero sobre todo para la República azañista.