La votación suicida

Por fin, a las siete de la madrugada del día 14, se sometió a votación el último texto del dictamen de la comisión constitucional, que suavizaba el texto primitivo, obra de socialistas y radical socialistas, pero seguía siendo el artículo más anticlerical y antieclesial de las constituciones españolas, el más torpe políticamente también. Fueron 178 votos contra 59. Los radical socialistas se abstuvieron, con alguna excepción, partidarios hasta el final del dictamen anterior. Muchas ausencias de quienes no tuvieron el coraje intelectual y moral propio de guías morales e intelectuales del pueblo español: Ortega, Unamuno, Marañón, Pérez de Ayala, Sánchez Román, Sánchez Guerra, Sánchez Albornoz, Madariaga…
Basta transcribir el Diario de Sesiones tras la votación suicida: “La aprobación del artículo es acogida con aplausos en varios lados de la Cámara y en las tribunas, oyéndose reiteradamente vivas a la República, a los que contestan los diputados de la minoría vasco-navarra con vivas a la Libertad. Un grupo numeroso de diputados se dirige hacia los escaños de la minoría vasco-navarra y el Sr. Leizaola es objeto de una agresión personal. El Sr. Presidente reclama insistentemente orden, sin poder dominar durante largo rato el tumulto”. La descripción del diputado vasco-navarro. José Antonio Aguirre es algo distinta: “Parecían un orfeón bien disciplinado. Como obedeciendo a una consigna, comenzaron a aplaudirnos en chanza. Las tribunas, bien aleccionadas, les secundaron. Y, como si fuera poco, empezaron a gritar:”¡Mueran los vascos!”, “¡Mueran los católicos!”. Nosotros -me refiero a los nacionalistas- ante la provocación contestamos con tantos “¡Gora Euzkadi azkatuta!” como mueras nos eran dirigidos”. Dos o tres “jabalíes” increparon entonces a Leizaola por haber gritado “¡Muera la República!”, cosa que éste negó; siete u ocho lo rodearon y uno de ellos le dio un puñetazo en la nuca. Saltó Aguirre de escaño en escaño, y con él Basterrechea, Robles, Eguileor…, pero el agresor se había mezclado en el grupo. Alguien del campo republicano intervino para cortar el incidente, mientras Besteiro rompía “dos o tres campanillas”.
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