Eruptos por palabras

He escrito este verano sobre la degeneración de la palabra, de la comunicación y de la convivencia, y hasta del sentido común, que he encontrado en no pocos diarios digitales, recorriendo las listas de los autores anónimos de comentarios en torno a las noticias más importantes de todo género. Comencé por los diarios -no por los filoterroristas, que no me merecen atención alguna-, sino por los nacionalistas-soberanistas de nuestro entorno, como opuestos que son, naturalmente, a la formación del Gobierno UPN-PSN en Navarra. Pero en vez de  una oposición, todo lo radical que se quiera, encontré decenas y decenas de groserías, zafiedades, insultos, dicterios y vómitos, vómitos a la cara del enemigo congénito, casi metafísico. Un horror. Y así lo expuse con pelos y señales. No creo que nadie se conmoviese. Las poca impresiones que he recogido han sido de extrañeza de que yo me extrañe. La marca de mi consternación cívica me llegó, con todo, leyendo los comentarios escritos en un diario de Bilbao, órgano de un partido político, donde, comentando unas palabras del obispo de San Sebastián en la basílica de Loyola, el día de San Ignacio, pidiendo a los terroristas que se arrepintiesen de todo el mal que han hecho, me topé con casi una cincuentena de paletadas de odio y de lodo, donde al prelado donostiarra se le llamaba desde cerdo y cerdo asqueroso, hasta putero y asesino. Nada menos. ¡Y todos esos diarios repiten cada día las normas que exigen a los escribientes respeto al honor, a la intimidad y cosas así! ¿Pero dónde estamos? Yo me preguntaba, ingenuo de mí, si los directores de esas publicaciones permitiirían decir de sus propios padres o de los políticos a los que sirven calificativos como ésos. Por lo visto, basta ser una persona pública para que toda moral deje de existir. La libertad de agresión, de destrucción y de extinción, como me gusta decir, campa a sus anchas. Hace sólo unos días abrí las mismas páginas del mismo periódico, para ver la rección ante la destitución de un conocido actor de la EITB. Más de lo mismo. Transcribo el último comentario al que conseguí llegar: número 86, escrito por Aitor: No me jodas, no me jodas, hijoputas, como podeis exar (sic) a   este tipo de la EITB, caguen sos (sic), puta banda de incompetentes, sociatas de mierda, iros a vuestras puta españa de mierda.- Sigo, qué le vamos a hacer, sin salir de mi asombro.