El Debate

 El Debate, con mayúscula, es, todos estos días, el televisivo entre Zapatero y Rajoy. Oigo los primeros comentarios: qué variedad de apreciaciones, querencias, emociones, entre alguna que otra opinión. Y cada medio informativo, con su político preferido, con alguna excepción. Lo peor de todo, esos mensajes fanáticos, violentos, insultantes y odiosos, enviados a diarios, radios y telvisiones, como si se tratara de un combate entre jaques, entre matones. Dan miedo. ¿Son los mismos que asaltan, queman, despotrican y parecen dispuestos a todo? Es posible. Sin ser Zapatero y Rajoy dos políticos excelsos, de los que uno ha conocido por ahí, me ha parecido un debate interesante, de tono medio, monótono y reiterado a veces, poco original, pero con algunas sólidas afirmaciones, convicciones, propuestas, recriminaciones y críticas. Menos técnico que el del otro día y más político, o, mejor, más partidista que político. Con poco humor. Sin demasiada tensión tampoco, aunque algunos ven los lobos a la menor vehemencia. Menos apasionante, claro, para los espectadores militantes que cualquier espectáculo mitinesco, que es una representación cómico-dramática de partido y de anti-partido (Real Madrid-Barcelona Club de Fútbol), pero mucho más pedagógico y provechoso. Llevamos unos cuantos años de retraso, con mítines a todo pasto y estrenando todavía a estas alturas debates televisivos y radiofónicos. Escuchando hoy a los dos oradores (no espadas), y más allá de mis sensaciones, opiniones y preferencias, que importan poco, me alegro como español de tener dos grandes partidos que pueden gobernarnos, y entre los dos, tan limitados como son, hacer y mejorar las diferentes políticas, entenderse y desentenderse, competir y pactar, corregirse y defenderse, ganar y perder, y sobre todo levantar el presente-futuro, con proyectos diferentes pero nunca  destructores ni cainitas, como algunos que  hemos tenido que sufrir y sufrimos todavía. Y ojalá que, más pronto que tarde, los dos contendientes de hoy sean miembros de un Gobierno de concentración o coalición, o, al menos, impulsores de un acuerdo político nacional, que lleve a cabo las urgentes reformas que necesita nuestra zarandeada Nación.