El Cristo de Pérez Reverte

 

          Avezados a los ramalazos anticlericales del novelista Arturo Pérez Reverte en muchos de sus escritos, es toda una curiosidad, y algo más, leer el capítulo XXV, dedicado a Jesús de Nazaret, que, dentro de su serie Una historia de Europa, escribe en el último número de El Semanal, el semanario más leído de España.

Reverte le llama solamente Jesús: un hombre extraordinario llamado Jesús, que iba a influir como nadie influyó jamás. Tras recordar a grandes rasgos su vida, resume así su doctrina: amor al prójimo, la fraternidad del género humano, la existencia de una vida eterna tras la muerte (para la que la vida terrena sería solo preparación) y la omnipresencia de un dios (sic) supremo, paternal, bondadoso, del que Jesús, sin cortarse un pelo, se proclamaba hijo. Y tan elocuente fue, tan persuasivo y magnético, que arrasó entre los suyos. Claro que luego llega la duda sobre el personaje: A lo mejor sólo era un tío al que se le habia ido la olla, o un manipulador muy listo, o un fulano que se creía de verdad lo que predicaba, o tal vez, simplemente, una buena persona.

Posiblemente fuera esto último, supone el novelista. Pero lo que importa es que su discursos funcionaban de maravilla: A los ricos ofrecía reparación, esperanza a los desgraciados y consuelo a todos. Lo seguían los pobres y hasta redimía a las prostitutas. (…) Y empezaron a seguirlo centenares y miles de personas. Extraña, dentro de la corrección, que P. Reverte no recuerde algunos dichos de Jesús y de algunos de sus discípulos contra ricos y riquezas , y que, por otra parte, olvide la faceta capital de sanador del Jesús histórico. Reparte después muy atinadamente la responsabilidad de su muerte violenta entre judíos y romanos, aunque la culpa primera se la asigne a lo que él llama los curas de allí: el clero judío, fariseos, saduceos y fulano de similar pelaje, dejándole a Pilato organizar la primera Semana Santa.

Sin meterse en eso de si resucitó a no, exalta la obra de los doce apóstoles de Jesús, incluido aquí también Pablo, protagonistas de la nueva religión, llamada cristianismo, el mayor prodigio religioso y cultural en la historia no solo de Roma y Eeuropa, sino el mundo conocido y por conocer.

Etampa de Jesús de Nazaret incompleta, pero positiva, dejando un cierto margen a la duda. Ilustrada, a la manera de  grandes hombres no cristianos, agnósticos o ateos, que conocemos en la historia, quienes reconocieron y elogiaron sin rebozo la figura singular del Maestro nazareno.