De dioses y hombres

De hombres, que parecen dioses, presisamente por su humanidad sublime, podríamos decir de esta película del año. Lejos de querer ser víctima del terrorismo a manos de argelinos, a quienes ama y perdona de antemano, el superior de la comunidad cisterciense de Nuestra Señora de Atlas, en Tibhirine (Argelia), Christian de Chergé, hjo de un militar francés que sirivó en ese país, escribe, dos años antes de su muerte prevista, uno de los testimonios cristianos más puros que podemos leer en la historia de los mártires del siglo XX: Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas y abandonadas en la indiferencia del anonimato. Mi vida no tiene más valor que otra vida. Tampoco tiene menos. En todo caso, no tiene la inocencia de la infancia. He vivido bastante como para saberme cómplice del mal que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo, inclusive del que podría golpearme ciegamente.(…) Argelia y el Islam para mí son otra cosa, son un cuerpo y un alma. Lo he proclamado bastante, creo, conociendo bien todo lo que de ellos he recibido, encontrando muy a menudo en ellos el hilo conductor del Evangelio que aprendí sobre las rodillas de mi madre, mi primerísima Iglesia, precisamente en Argelia y, ya desde entonces, en el respeto de los creyentes musulmanes.- De toda la creación artística de Xavier Beauvois, rubrico la secuencia genial, imborrable, de la última cena de los nueve monjes antes de su secuestro: puro cine, arte también sublime, que nos recuerda Ordet o Juana de Arco, de Dreyer.