Crímenes de desalmados

En el discurso que Salustio pone en boca del senador a sus colegas romanos sobre el castigo que se merecen los principales secuaces de Catilina, conjurados contra la República el año 63 a.C., Gayo César, aun afirmando que “cualquier castigo es inferior a los crímenes que han cometido“, pide sólo para ellos la prisión fuera de Roma y la confiscación de sus bienes, pero no la pena de muerte. Y nos trae a la memoria una muy habitual conducta humana: “La mayoría de la gente recuerda el final y, por lo que respecta a los desalmados, se olvida de su crimen, y habla sobre todo del castigo si éste ha sido un tanto severo”.