Cantabria infinita

Vengo de la Casa de Cantabria en Navarra -que no existía en mis tiempos políticos- de decir el pregón en la fiesta de la Viirgen bien Aparecida, patrona de Cantabria. Les he hablado, de viva voz, de mi cantabridad -yo también soy cántabro-, de mi amor y admiración por esa región, de mis recorridos por ella. He pregonado también los progresos de la Comunidad Autónoma durante esta época democrática. Tras recordar, puestos en pie, a las víctimas del terror etarra, he pregonado la necesidad de la acción conjunta de las Comunidades Autónomas en la formación continua de la  España de cada día, de esa España una y distinta (no solo plural ni solo diferente), europea y universal. Y he pregonado, por fin, la gratitud de los navaros por el trabajo cívico y cultural que lleva a cabo desde hace veinte años en Pamplona. Cantabria infinita: ese ave que vuela hacia el mar desde los páramos burgaleses o desde el Campóo palentino. O ese abanico de altas montañas y ríos rápidos, con el que se atrae la brisa del mar la vieja Castilla histórica.