“Alianza de Riqueza y Clero”

 

En su conferencia del Ateneo de San Sebastián, el 29 de abril de 1930, el ex ministro de la Monarquía y futuro presidente de la Segunda República, el prestigioso jurista Niceto Alcalá Zamora, aludía a la alianza  de Altar y Banca  -una especie moderna de la tradicional de Altar y Trono-, y la describía como alianza formidable, pero a la vez absurda, heterogénea e ineficaz para resistir el temporal que se acerca y que, ya en verdad, descarga. Don Niceto, católico liberal, confeso y profeso, da sus razones: Si consultáis a un hombre de negocios, os dirá que en esa compañía, es fácil la quiebra completa; lo más probable, la disolución, por pérdida cuantiosa de capital; el supuesto más optimista, la liquidación sin ganancia alguna: ¡un mal negocio! Si el consejo lo pedís a uno de los pocos tácticos que permanezcan en el lado de la reacción, él os dirá que con huestes tan dispar (sic) no se libran batallas; que las marchas y los movimientos de los unos y de los otros no pueden acompasarse; que se daría el mando a soldado demasiado prudente para el ataque, o demasiado fanático para la espera. Y, si acudís a un pastor de almas, él os dirá que el reino de Dios es mucho más amplio; que aquel Dios de los Ejércitos de multitudes, (es) de desemparados y que cuando se acerca, próximo ya el misterio de la Pasión, a los alrededores del Templo, levanta su santa indignación la proximidad de tenderetes y de mercaderes (Aplausos)”- Con este lenguaje barroco y esta sintaxis retorcida de  abogado facundo y verborrrero, tan propios suyos, quiere dar otra versión actual de la tradicional Altar y Trono, Iglesia y Monarquía, catolicismo y poder, riqueza y clero, vigente en largos sectores de la España de la Restauración, de la Dictadura y de la Dictablanda. Fiel a su fe y a la Iglesia que él quería dentro del nuevo estado de cosas, dimitió de la presidencia provisional del nuevo régimen ante el sectarismo perseguidor del artículo 26 de la Constitución, aunque luego, siendo presidente elegido de la Segunda República, su obstinado interés por un Centro hecho a su medida y bajo su férula, le distanció de todos, acabando solo y abandonado por la derecha y la izquierda. Preconciliar, diríamos hoy, y hombre de buena voluntad; con muchas dotes de hombre público, y mediocre político.