Alfredo Díaz de Cerio

En el funeral celebrado en su parroquia, en la que fue devoto fiel y activo, se han leído varios de sus poemas, uno de ellos por su viuda,entera y verdadera. Alfredo (1945-2008) ha sido poeta, pintor y escultor notable y muy notado, presente, agente y autor en todas partes y hasta el momento de su muerte repentina. Yo le veía siempre, y así solía decírselo, como arrebatado por sus múltiples artes. Le incluí, hace unos años, en una antología que me tocó preparar, titulada Poetas navarros del siglo XX, en la que los poetas eligieron sus propios poemas y explicaron brevemente qué entendían por poesía. Alfredo la entendía como “una manera de interrogarme el porqué de los sentimientos, por conocer las claves distintas en que transcurre nuestra propia vida y por ello la vida de todos los demás”. Era para él “hasta cierto punto una necesidad casi física”, y se sentía influido por todos los muchos poetas leidos, especialmente por Salinas, Cernuda, Aleixandre, los del 27 y del 50. Entre los catorce poemas que eligió, está éste que lleva por título Un río nos lleva interminable:


Una canción se apoya en nuestros hombros.
Algo viene de lejos
pero no tiene nombre.

Un río nos abraza de infancia.
Una ciudad toda hecha de sangre
y de rostros heridos
nos abraza por dentro.

Un azul enfermizo resplandece su añil
al final de las calles. Unos ojos
rodean mi cintura igual que sombras muertas,
como tiempo dormido en cada gesto
de las estatuas mudas.