A favor del cuerpo

Cuenta Juan Manuel de Prada que Kevin Warwick, profesor de la univesidad de Reading, un visionario de la cibernética, que ha llegado a implantarse chips en su propio cuerpo, ha llegado también a decir que el cuerpo humano es un gran problema. Ya no lo necesitamos. Si pudiéramos deshacernos de él, podríamos vivir mucho más tiempo. A Warwick le pesa, le estorba el cuerpo. Él ha logrado conectar su cerebro con el ordenador de un edificio inteligente; mover desde Nueva York un brazo eléctrico en Inglaterra; mantener conectado su cerebro al de su mujer y enviar señales de un sistema nervioso al otro. Para él, que es, como se ve, un hombre cerebral, este tipo de comunicación, más íntima que el sexo, será la que exista en el futuro, y ante la cual, el lenguaje o el sexo actuales le parecen de una pobreza vergonzosa. A Prada, que es un cristiano muy culto, todo esto le evoca las religiones espiritualistas,  comenzando por los gnósticos seudocristianos, para las que el cuerpo ha sido siempre un lastre, una carga, una cárcel, un mal, del que hay que liberarse como sea. Aunque ellos, espiritualistas, hablaban y hablan de alma y los materialistas hablan de cerebro; unos del cielo, y otros del futuro en esta vida; los primeros de Dios y los segundos del cerebro como Dios, del cerebro divino… Y recuerda que contra esta cosa tan antañona, como es aborrecer el cuerpo, se alzó hace dos siglos el cristianismo con la doctrina de la divinidad de un hombre perfecto, de carne y hueso, mortal, como Jesús de Nazaret; con la doctrina de la encarnción del Verbo de Dios; de la maternidad divina de María; de la resurrcción de la carne, que escandalizó a los sabios atenienses, que se mofaban del griego Pablo cuando les predicaba tal patraña... Y termina con estas realistas y humanísimas expresiones: El cuerpo con todas sus arrugas, michelines, cólicos de riñón, deficiencias cardiorespiratorias, humores malolientes, secreciones y excrementos; el cuerpo que se lastima, que tiembla, que vibra de gozo y de dolor, que se pudre y muere.Y que, sin embargo, ha nacido para la gloria. Eso sí que es una idea nueva.