Archivo por meses: abril 2007

Martes de Pascua

Si creemos que Jesús es el Señor
y que Dios le resucitó de entre los muertos,
tendremos un seguro Salvador
y la tierra y los cielos abiertos (Rom 10, 9)

Pasión de Cristo (VI)

Todo está cumplido. (Jn 19, 30; 5, 36)
Cristo entregó el espíritu en manos de su Padre. (Luc 23, 46; S 31, 6)
Todo está para siempre desvelado:
quién es Dios, quién el hombre;
qué la vida, qué la muerte.
La cruz, instrumento atroz de suplicio,
ha verdecido en árbol de la vida, (Gen 2, 9; Luc 23, 31)
de la nueva creación:
signo de comunión universal (Jn 11, 52),
ancla de la esperanza y la promesa.
La violencia es ahora perdón; el odio, gracia.
Cristo des-figurado es Cristo trans-figurado,
que en su cruz atrae a todos hacia él: (Jn 12, 32):
arco de mediación, flecha de súplica,
línea de alta tensión
de paz interminable (Jn 14, 27),
de gozo permanente. (Jn 16, 22)
Palabra definitiva
de Dios en el silencio de la muerte,
que hace suyas las miríadas de cruces de la historia.

La madre de Cristo, la “mujer” bíblica, (Jn 19, 25-27)
sigue al pie de la cruz,
al pie de todas las cruces, por los siglos.

Pasión de Cristo (V)

Dejado por casi todos, el justo cuelga en la cruz.
Dos malhechores le acompañan. ¿Dónde está su Dios?
– “Puso su confianza en Dios. Que ahora le salve“. ( Mt 27, 43)
Cristo pregunta a Dios en su agonía. Le pide una respuesta.
Es la oración más recia de su vida
y, a la vez,
el abandono supremo en los brazos del Padre:
-“Dios mio, Dios mio, ¿por qué me has abandonado? ( S 22; S 31, 6)
(…)
Dios mio, de día clamo y no respondes.
(…)
¡Mas tú eres el Santo, que moras en las laudes de Israel!
En tí esperaron nuestros padres,
esperaron y tú los liberaste.
(…) Sálvame de las fauces del león,
y mi pobre ser de los cuernos de los búfalos”.
Cristo baja al infierno de la muerte.
Se estremece también el universo: (Mt 27, 45)
agoniza la luz entre tinieblas,
que anuncian el fin del mundo.
Su moribundo grito
hace temblar la tierra,
y hendirse los roquedos del Gólgota,
y rasgarse el velo del Santuario,
pero, a la vez, abrirse los sepulcros.
Vuelven la luz y la vida.
– “En verdad que este hombre era hijo de Dios“. (Mc 15, 39)
(Lo dice el centurión, un soldado pagano).

Ha muerto un hombre perfecto. (Hebr 5, 9)
Perfecto hasta en su muerte abandonada,
en la miseria absoluta ante la muerte.

Pasión de Cristo (IV)

Su sangre es la sangre de la alianza
de Dios con su pueblo. (Mt 26, 28)
Él es la alianza nueva, mejor y definitiva (Hebr 8, 6)
de la gracia y el perdón para todos los hombres.
En medio de la cena les dice a sus discípulos:
– “Este es mi cuerpo que se da por vosotros“. (I Cor 11, 24)
– “Esta es mi sangre de la alianza, derramada por muchos“. (Mc 14, 24)
Cuantas veces lo celebren,
proclamarán la muerte del Señor
hasta que vuelva. (I Cor 11, 26)
Tras la sangre de los machos cabríos,
fieramene expiatoria,
nos deja Cristo en la larga mesa de los días
el pan y el vino alegres y nutricios,
com-partidos, re-partidos en fraterna comunión.
Son su vida partida y entregada:
sustento, compañía y viático final.
La promesa es ya alianza novísima:
Dios y el hombre se alían para siempre. (Hbr 8, 6)

Pasión de Cristo (III)

Es el hombre para todos. Es la buena noticia. (Mc 1, 15)
El ser para los otros hasta el final del reto,
que vino a servir y no a ser servido,
y a dar su vida en rescate por muchos. (Mc 10, 45)
Hijo del hombre entregado en manos de los hombres, (Mc 9, 31)
ya no tiene apariencia ni presencia, (Is 53)
es tan sólo un desecho entre malvados.
Como un cordero llevado a degollar
y que no se resiste,
patrón y norma de todas las víctimas,
libre y convincente,
por fiel a la verdad y a la justicia,
por obediente al Padre.
Joven varón de dolores,
carga con todos los nuestros
en su inmensa humanidad perdonadora.
Molido por nuestras culpas,
de las mismas nos libera y nos trae la paz:
el sentido de la vida.
Débil e impotente hasta la muerte, (Fil 2, 6-10)
no se apoya en la fuerza o el poder
de un Deus ex machina amañado.
Con él comienza el Reino y en él se transparenta
-oh, escándalo mayúsculo-
el nuevo rostro de Dios.

Pasión de Cristo (II)

Es el justo y el santo.
El mártir que da testimonio del reino de Dios (I Tim 6, 13)
y provoca la violencia y la mentira,
que salen furibundas de su inmundo cubil.
Tendamos lazos al justo molesto. (…)
Condenémosle a una muerte afrentosa“. (Sab 2, 12-20)
La muerte que le dieron aleves labradores
al hijo y heredero del dueño de la viña. (Mc 12, 1-12)
La mentira, soplona, arropa a la violencia,
y el justo se convierte en rebelde y sedicioso,
enemigo del César, zelota galileo. (Mc 15, 1-20)
¿Qué más podría oír el titere Pilato?
Sin duda Barrabás es menos peligroso
para salvar la piel,
para calmar las iras
de los taimados súbditos del César.
– Traed, esbirros, la túnica escarlata,
la corona de espinas,
y un cetro de caña para el rey de los judíos.
Que este preso político nos va a divertir
después de la azotaina,
pues sin burla no hay muerte completa.
Y traed también un poco de agua
para lavar las manos hediondas,
imposibles de limpiar,
de Pontius Pilatus.

Pasión de Cristo (I)

Fue el destino habitual de los profetas. (Luc 11, 49)
Hondo es el embalse de la sangre
desde Abel al profeta Zacarías.
Felices –prometió Jesús a sus discípulos-, (Luc 6, 22)
cuando os odien, os expulsen, os injurien,
y proscriban vuestro nombre
por el Hijo del Hombre
“.
Para el alto Sanedrín, (Mc 14, 53-65)
lobera de fanáticos y escépticos,
el joven Rabí de Nazaret
es un falso profeta y un blasfemo, (Lev 24, 16; Dt 13, 50)
amigo de los impuros, (Mc 2, 7, 23; 3, 2)
enemigo del sábado,
violador de la ley:
puro reo de muerte.
Y ofrece sus espaldas a los golpes, (Is 50, 6)
sus mejillas galileas
a los brutos mesadores de barbas,
y su rostro es dornillo de insultos y salivas.

Palmas del Domingo

Palmas del Domingo
risueño de Ramos.
Palma del martirio,
a muy pocos palmos.

El pueblo le aclama
por maestro y santo.
Pero sus señores,
fríos o fanáticos,
piensan, miran, buscan
cómo eliminarlo.

La vida y la muerte
disputan su espacio.
El amor y el odio
riñen su escenario.

Palmas del Domingo
risueño de Ramos.
Palma del martirio,
a muy pocos palmos.