Vida religiosa consagrada

 

         Hacía tiempo que no leía un ensayo tan riguroso, penetrante y sugestivo como el del franciscano Lluis  Oviedo Torró, de la Universidad Pontificia Antonianum, de Roma, escrito en uno de los últimos pliegos de la revista VN. Describe algunos signos de decadencia de las órdenes y congregaciones religiosas: descenso en la capacidad de reclutamiento; los abandonos; descenso de empeño y movilización; secularización de muchas instituciones regidas por consagrados… Analiza después ampliamente las causas de todo ello: con la teoría de la secularización ambiente que se aplica a la Vida religiosa (causas externas), y con la teoría alternativa, denominada nuevo paradigma, que insiste más bien en las causas internas y apunta a la mala gestión o a los errores de modernización y aceptación que habrían perjudicado irremediablemente a las comunidades. Buscando signos y factores de vitalidad futura, apuesta por la visibilidad de las asociaciones religiosas; por el cuidado de la dimensión espiritual; por la llamada liminariedad, como formas alternativas de vida en los límites o fronteras simbólicas de la sociedad; por la  capacidad para la movilización de cara a la evangelización: expresión que reivindica y recuerda la presencia de un horizonte espiritual más allá de los límites y de la aridez del paisaje más secular. Oviedo Torró distingue bien las zonas occidentales y más secularizadas; las que están emergiendo en el llamado trercer mundo, muy religiosas, y las eslavas de anterior dominio comunista donde la fe resiste asociada a cierta identidad nacional. Cada una con retos y oportunidades propios, que no conviene mezclar. Es inevitable el desplazamiento que ciertas comunidades están llevando a cabo desde zonas occidentales a zonas que fueron otrora sólo de misión. Pero sería un error abandonar los ambientes más secularizdos. Lo que Torró aconseja es replantear allí su presencia, como ya hacen algunos movimientos nuevos y comunidades antiguas, en clave de evangelización activa y de nutrir espacios de trascendencia (…); de lo contrario, habrá que resignarse a la extinción, lo que sería una mala noticia para todos.