Violencia. Terrorismo. Antropofagia

Cuando las elecciones norteamericanas devienen el primer acontecimiento político mundial, me vienen constantemente a la memoria las páginas de un libro que he leído demasiado tarde, uno de los más hermosos que se han ecrito nunca: Por qué no podemos esperar, de Martín Luther King, cristiano ejemplar, víctima posterior de la violencia asesina, símbolo para siempre de la entrega suprema del hombre por el hombre. Hemos olvidado quizás demasiado pronto aquella epopeya, que tuvo también buena parte de tragedia. Pero sin ella no habría habido un presidente negro al frente de los Estados Unidos de América y estas elecciones serían, como muchas en otros tiempos, regueros de muertos, y no por un huracán. El hombre nació en la barbarie –escribía MLK-, donde matar al prójimo era una condición normal de existencia. Luego se le dotó de una conciencia. Y ahora ha llegado para él el día en que la violencia contra otro ser humano tiene que convertirse en algo tan abominable como comer carne  de otro ser humano. Un recuerdo perenne.