Villas vascas

Podría hablar de otras villas históricas vascas, como Tolosa, Durango, Guernica, Elorrio, Lekeitio, Motrico, Balmaseda, Zumaya, Guetaria, Azkoitia, Azpeitia, Beasain, Villafranca de Oria (Ordizia), Segura, Legazpia, Zumarraga, Arrasate-Mondragón, Zegama, Oñati, Orduña, etc., y diría cosas semejantes. Pero me basta, hoy por hoy, limitarme a Bergara-Vergara, villa fundada y aforada por Alfonso X el Sabio de Castilla y colmada de privilegios y exenciones por sus sucesores castellanos. Los mismísimos Reyes Católicos españoles le dieron unas buenas ordenanzas para que se protegiera de algunos de los parientes mayores, como los Ozaeta y los Gabiria, en contiendas interminables. En la fachada de su Casa Consistorial, del siglo XVII, en la plaza San Martín de Aguirre, franciscano mártir en Japón, luce un espléndido escudo español entre dos columnas que llevan la leyenda “Plus Ultra“. Otras dos leyendas, inscritas en los muros, una del Eclesiástés, y otra, un dicho moral clásico, en perfecto castellano las dos, adornan los extremos. Un hermoso cuadro de Ribera y un singular Cristo de la Expiración, obra de Juan de Mesa, discípulo preferido de Montañés, regalado por el vergarés Juan de Irazábal, contador real de la Armada española en Sevilla, enriquecen la ya rica de por sí iglesia de San Pedro, joya del gótico vasco. En ese templo se recuerda que allí predicó varias veces el jesuita San Francisco de Borja. Los jesuitas españoles levantaron muy cerca, en la plaza, el Real Seminario de Vergara (1597-1767) y, tras su expulsión, en el mismo recinto creó la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País las célebres cátedras científicas, de fama internacional, que duraron hasta hasta 1875; hoy es sede de la UNED y de la ikastola “Telesforo de Aranzadi”, etnólogo y antropólogo vergarés. Añadamos otro de los hijos ilustres vergareses, Domingo Martínez de Irala, Gobernador de Paraguay, en nombre del rey de España, y fundador de su capital, Asunción, a quien celebra un recio monumento en piedra, no lejos del río Deba y de la bellísima iglesia de Santa Marina. Vergara es, además, como si todo esto fuera poco, una villa-símbolo de paz y de pacificación para los españoles. Corte del rey-pretendiente Carlos V, tras ser ganada por el genio militar de Zumalacárregui, en sus campas se abrazaron el liberal Espartero y el carlista Maroto, el 31 de agosto de 1839, dos días después de que se firmara en Oñate el llamado Convenio de Vergara, al que recuerda el nombre de una calle. El general vencedor llevaría desde entonces, como su tercer título nobiliario, el de Príncipe de Vergara. Los dos generales enemigos que se abrazaban fueron compañeros de armas (los ayacuchos) en la guerra por la independencia de la América española. Mírese por donde se mire, Bergara-Vergara no puede entenderse sin España. Pero en el balcón consistorial sólo luce la ikurriña, los nombres de las calles están escritos sólo en euskara y todos los indicadores y señales de tráfico en castellano están implacablemente borrados. Cosa habitual en casi todas las villas vascas.Tan españolas por su historia hasta hoy mismo.