San Pedro

Los auroros de mi pueblo, entre los que estuvieron mis dos abuelos cantaban  esta letrilla sencilla e ingenua en la fiesta del patrono de la villa y de la Iglesia universal:

Es san Pedro de la Iglesia
la piedra fundamental,
el primero que ha ocupado
la silla pontifical.

Es muro de fortaleza
contra el dragón infernal
(bis)

Por más que el infierno
vomite maldad,
la Iglesia de Cristo
no perecerá.

Pues lo testifica,
pues lo testifica,
pues lo testifica
la eterna Bondad.

Manera pueblerina de decir aquello de Yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos y lo de que las puertas del infierno no prevalecerán sobre la roca de Pedro. Cuando termino mi trabajo sobre el anticlericalismo y el antieclesialismo, vuelvo la vista a esta fe recia  de nuestros padre y abuelos en la Iglesia, comunidad de Jesús, y en Pedro, aquel pescador de Cafarnaún, líder natural del grupo, débil hasta el escándalo,  potenciado por el Espíritu, hecho piedra y roca fundante de un movimiento que iba a tener un día más de mil millones de seguidores. Los que hemos vivido no en Roma, sino Roma, y hemos orado muchas veces en el altar de la confesión, sobre los restos probables del apóstol y mártir Pedro, sobre el lugar más  que probable de su tumba, sabemos bien su significado y su valor. Y queremos, con otros muchos, que todos lo entiendan y lo admiren, sin confundir las cosas, los tiempos ni los espacios.